lunes, 29 de febrero de 2016

Convivir con una Enfermedad Rara

"Raras, pero no invisibles". "La rara es la enfermedad, no yo". "3 millones de afectados solo en España". Y podría seguir poniendo una lista inmensa de titulares.

Hoy, Día Internacional de las Enfermedades Raras (y año bisiesto), no podía pasar de escribir este post. Yo soy una de ellos. Yo tengo una Enfermedad Rara. Y no me avergüenza decirlo, ni contarlo, porque no somos invisibles, porque no deberíamos sufrir rechazo, ni debería nadie de juzgar si es realidad o invención (y ocurre, creedme, hay gente de tan baja calaña que es capaz de cuestionar hasta eso).

Podría contar mi testimonio y no se diferenciaría mucho de la gran mayoria de esos 3 millones.

Al principio no lo sabes, estás absolutamente desconcertado y vas al médico. Entonces comienza un absurdo e innecesario peregrinaje por salas de espera y hospitales (en tu comunidad, porque la Salud en España es como la de los Reinos de Taifas y unos tienen más suerte que otros... No es lo mismo nacer en Madrid o en Barcelona o en Sevilla, que en Murcia o Almería o Granada)... Los que conoces, los que te recomiendan, los que buscas... La Sanidad Pública se te queda pequeña y tienes que recurrir a la privada. En la mayoría de los casos, se gasta los ahorros de toda la familia, porque ya se sabe: "la salud es lo primero". Después pasas por un número demasiado alto de diagnósticos erróneos, sin pruebas médicas que los avalen, en la mayor parte de los casos. Si tienes dolores musculares o te cansas, lo más probable es que te diagnostiquen de Fibromialgia y Fatiga Crónica. Y, si no te conformas, el peregrinaje se vuelve más cruel y lleno de obstáculos en los que, lo peor ya no es la propia enfermedad, sino la incertidumbre... Ese monstruo que te come por dentro y te mueres de miedo, porque no hay enemigo más feroz que aquél que no se conoce. Y te sientes como "la patata caliente" a la que todos quieren quitarse de encima. Ir a Urgencias por cualquier cosa se convierte en una situación de riesgo, porque en la mayoría de Hospitales no hay médicos preparados para estos pacientes, por lo que, como sea muy complicada la cosa, prefieren no arriesgar, mandarte a casa y que hables con tu especialista (si lo tienes). Es una situación tan frustrante que solo es capaz de comprenderla el que la haya vivido. En el mejor de los casos, encuentras a alguien que le gusten los retos y aún no se haya corrompido por el sistema (en mi caso es una científica de Coruña) y decida ponerse a investigar, vamos, lo que viene siendo hacer su trabajo (el que no ha hecho el resto, pero al que sí pagaste). Y podría seguir, pero han pasado 12 años... Y, como he dicho, no se diferencia demasiado del testimonio de cualquiera. Lo que si hice, por mucho motivos, pero el principal fue que mi "macabra procesión" sirviese para algo, que no fuese en vano, que ayudara a otras personas a que su Calvario fuera más soportable, para que supiesen que al final del túnel hay luz, así que creé un grupo de pacientes en Facebook (en donde hay personas de todo el mundo) y un blog (que lleva tiempo inactivo por varios problemas).

Pero hoy no quiero hablar de mi, sino de ellos. ¿Sabéis que muchos no consiguen ni el reconocimuento del 33% de minusvalía solo porque el Real Decreto que lo regula es de 1984 y está abslutamente obsoleto (ese es mi caso también)? De esas personas que, como no pueden hacer las mismas cosas que el resto, son apartados por sus amigos que ya no les llaman para quedar y se sienten injustamente "una carga para los que les rodean". Aquellas personas que han aceptado su enfermedad (porque es el único modo de convivir con ella), pero sus familiares no y son tratados de "trastornados", "hipocondriacos", "Exagerados"... Es peligroso juzgar a las personas si no calzas sus mismos zapatos. Pero también esos millones de personas que aún están en la lucha de conseguir un diagnóstico, que parece no llegar nunca. No dejéis de caminar, siempre hacia adelante. No hay batalla sin lucha, ni victoria sin haber caído muchas veces.

Pero también quiero hacer un llamamiento a Instituciones Públicas y personal Sanitario, para que hagan auto crítica, para que dejen de vernos como un número o una estadística, porque somos personas con una larga historia detrás. Sin investigación, no hay futuro y ustedes dilapidan un dinero necesario en su propio interés. Que nunca les toque esta macabra lotería, porque entonces entenderán realmente la importncia y valor de las cosas.

¡Adelante, siempre adelante!. Diferentes batallas, pero una misma guerra.

viernes, 26 de febrero de 2016

Carta a una Madre con Alzheimer

(Este texto inédito fue escrito exclusivamente para el evento "Versos para recordar" que organizó Visual Dreams a beneficio íntegro de AFAL Cartagena, en Diciembre de 2015, en Mister Witt café, como parte de su acción social. Tanto la autoría como los derechos de explotación pertenecen a Eloísa Lúa, y se ceden a cualquiera que quiera usarla para fines no comerciales)

Ilustración: Sony G. Polo
¿Te acuerdas como ayer caían esas finas gotas de lluvia sobre el gris asfalto, arañando los adoquines, como queriendo devolverles el verde de antaño? ¿Recuerdas el repiqueteo de las gotas sobre el cristal y el café caliente que tomamos juntas y la sonrisa eterna que tenías en ese momento? ¿Recuerdas aquellos dos jóvenes corriendo, saltando sobre los charcos, para llegar a la otra acera, sin lugar seguro donde cobijarse? ¿Y a aquellos otros que, en loco desenfreno, sus almas palpitaron bajo la amenaza de tormenta y se besaban como si el mundo fuera a acabarse mañana? 

La lluvia…. Como me gustaba la lluvia y verla sentada, a tu lado, junto al fuego, en las cortas tardes de invierno, cuando era pequeña y el mundo parecía un lugar amable, humano, sencillo… Cuando mi mayor problema era recordar que no te gustaba nada que usara mi vena creativa en la pared blanca de mi habitación… O que las “cosas estaban ahí, donde yo las había dejado” y esa cariñosa amenaza de después diciendo “¡A qué voy yo y lo encuentro!”… Y lo encontrabas…

No, mamá. No soy María. Soy Ángela, tu hija.

¿María? María es tu hermana… Ella… Ella ya no está con nosotros.

¿Recuerdas cuando, siendo yo una niña, me daban aquellas otitis que no había pastilla alguna que me calmase el dolor y el llanto empapaba mi cara y los gemidos contenidos escapaban de mi garganta en un quejido lastimero y frágil? Te pasabas la noche entera despierta, acariciando mi pelo, escondiendo la frustración que sufre quien no puede ayudar, curando con amor lo que no sabía atajar la medicina. ¡Cómo olvidar aquellas noches!, No el llanto… Sino tu mano sobre mi pelo… 

¿Recuerdas cuando me ayudabas con las manualidades? ¿O viajábamos juntas y me descubrías paraísos perdidos en carreteras secundarias?... Estabas ahí. Siempre. Estás en cada uno de mis recuerdos… Aunque no estés, estás. Y eso es tan bello… Habrá millones de historias como la nuestra y todas serán la más especial del mundo… Pero la nuestra, es solo nuestra. Tuya y mía.

¿Qué cuando viene María?... Pronto mamá. Ya verás… Probablemente mañana.

Mañana… Vendrá mañana, que será otro día que no recuerdes lo de hoy…

Así tampoco recordarás mi llanto de esta noche. El dolor, como espada al rojo que lacera y se hunde en una carne podrida de luchar… El dolor de que no sepas ni quien soy, con lo que hemos sido.
Maldito seas… ¡Maldito! ¡Maldito! ¡Y mil veces maldito!...

Pero tu tranquila mamá, que ya recuerdo yo por ti, ya conservo yo todos esos momentos que hemos pasado… Tranquila mamá… Si no recuerdas mi nombre, mis labios lo repetirán una y otra vez, aunque no cale nunca, aunque no se quede, aunque mañana vuelvas a confundirme con la Tía María… Tranquila mamá, porque no tengo un solo recuerdo en el que no estés y como decía Benedetti “Porque te quiero y porque no estás sola”.
¡Maldito Alzheimer!... Malditas enfermedades quita-dignidades… Malditos males ahoga-familias… Que los cielos perdonen mi rabia, porque mi corazón no puede… No puede con el cinismo, ni la injusticia, con saber que podríamos tener la cura para muchas enfermedades, pero “Poderoso Caballero es Don Dinero” y es agotador vencer a Goliat. Es imposible vencerle con una sola piedra… Pero…¿ Imposible?… Si era yo la que decía que no había cosas imposibles, como mucho, poco probables… A lo mejor con una sola piedra no, pero ¿y con la mía, más la tuya, más aquella otra?... Las batallas se ganan afrentándolas, mirándolas cara a cara, con esperanza y respeto, pero sin descanso y sin tregua… A lo mejor no bastan todas nuestras piedras siquiera… Pero… ¿Y si llamamos a las demás guerrillas, a las de ELA, Esclerosis múltiple, hidrocefalia, Espina bífida, Enfemedades mitocondriales, Cáncer…? Porque son distintas batallas, pero la guerra… Esa, sí que es la misma.

No lo conseguiré para ti mamá… Pero nadie puede arrancarme la esperanza de conseguirla para mis hijos o mis nietos.

A ti te ha arrancado los recuerdos el Alzheimer, pero, con cada uno, ha creído mi esperanza, mi fuerza y mi valor… Y los suyos también. Juntos.
 Hacia delante, siempre adelante… Lo conseguiremos.
 

miércoles, 3 de febrero de 2016

El hombre coraza y la mujer ganzúa

Lo que pasara antes o después de esta historia, de este momento ficticio que tanta realidad encierra, es indiferente... Digamos que él la había visto antes, aunque fingió que le era nueva. Que ella le sonrió una vez y él se la devolvió. Digamos que hubo una noche, extraña en esencia, rara para ambos, en la que todo era casi perfecto en una nebulosa onírica de sudor y fuego, de arder sin quemarse. Digamos que él, entrenada aquella táctica durante años, se colocó la férrea coraza que nunca se había quitado. Digamos que ella se asomó a la ventana de sus ojos y pudo ver algo del interior que él protegía como si fuera la vida en ello. Digamos que él se llamaba Lobo y a ella la llamaban Gata, pues pretendía hacer, de sus uñas, una ganzúa.

Lobo, como el solitario llanero que podía ser, dominaba el arte del silencio. No volvió a mirar aquella díscola risa que parecía iluminar toda oscuridad. No volvió a mirar aquella parte del felino cuerpo que descubrió aquella noche. No la volvió a mirar porque no se iba a permitir ni la más mínima posibilidad de que ella llenara un espacio que él quería vacío, no fuera a ser que quisiera irse con ella al fin del mundo, cuando él quería acabar solo su viaje.

Gata sabía como hacerse de notar. Lo mismo ronroneaba, que rozaba la pierna tan sutilmente que causaba confusión sobre si había sido o no intencionado. Gata era dueña del misterio a veces y podía desaparecer durante días. No saber nada de ella. Lobo, entonces, no la recordaba. Quizá alguna vez, en algún momento de descuido, le venía a la cabeza algo y, quizá, ese recuerdo provocara una sonrisa que él tornaba, enérgico, en un gesto seco. Y, entonces, Gata aparecía. Como siempre. Como nunca. Como si el tiempo no hubiese pasado. Y le maullaba como si él le contestara. Y él buscaba cualquier escondrijo donde y no volverla a mirar nunca más.

¿No debería haber entendido ya ella que mentía cuando decía que nada le ocurría? Porque estaba claro que mentía... Sin embargo, ella, o inocente al extremo o tan traviesa como para fingir inocencia en algo tan serio, volvía y le maullaba cuando apunto estaba ya de olvidarla. A Lobo le costaba, por lo menos una luna, volver a olvidar aquella risa, aquella fuerza, aquel modo felino de mirarle, aquella boca que callaba mucho más de lo que decía, aquel mundo de sueños que la rodeaba... Aquella... Sacudía la cabeza y rugía. Rugía para sí. Se enfadaba consigo mismo, por permitírselo. ¿Por qué no se iba? Pero Gata tenía la costumbre de volver.

Digamos que a él no lo llamaban lobo, pero que era un "hombre coraza". Digamos que ella, algo felina en esencia, quería robar la ganzúa que abría la puerta prohibida. ¿Quién ganó? La luna que fue testigo de cada momento.

domingo, 24 de enero de 2016

Yo también estoy SOLTERA, que no sola...

Hace unos días leí este artículo y me pareció tan interesante, que he decidido escribir y dar mis motivos.
Llevo como unos 5 años de "soltería", exceptuando un par de "intentos fallidos" que no cuento.
Muchas personas se extrañan porque tengo 37 años y estoy soltera y preguntan eso de: "Siendo una chica como tú, ¿Cómo es que estás sola?". Pues soltera sí, sola no. Generalmente, doy una respuesta tipo, del estilo "no es mi prioridad en este momento", pero la realidad es bastante más compleja.
No es que tenga dificultad para encontrar una pareja ó alguien que deseé estar conmigo... Sino que, los años, te dan una experiencia que, si aprendes de ella, llegas a un mejor autonocimiento propio y, desde luego, te vuelves más exigente contigo y con los demás, llegando al punto de saber perfectamente lo que quieres y, aún mejor, lo que NO quieres. Por suerte, no "necesito" una pareja a mi lado, por éso, no me puedo ni quiero conformar con el primero que pase, porque estaría traicionando lo que soy y además, podría hacerle mucho daño a esa persona si mantengo una relación solo por compasión.

Así que éstos son mis motivos principales:

- Me han roto el corazón mil veces y, sin embargo, no siento ningún miedo al amor o al compromiso (tampoco necesito ponerle un nombre o etiqueta). La persona que esté a mi lado, debe aceptar que tengo un pasado y debe de haber asumido el suyo propio.

- Necesito realidades, no falsas esperanzas o promesas que nunca se llegan a cumplir. Por experiencia propia y por lo que veo a mi alrededor, cuando un hombre (o mujer) mantiene una pareja y te dice, a modo de promesa: "Mi relación está rota, pero quiero hacer las cosas bien y paso a paso". Nunca se hace bien y nunca se hace paso a paso. Es agradable para tu ego que alguien se fije en ti, pero yo no quiero alimentar egos innecesariamente y, mucho menos, "para nada". Así que jamás me prometas lo que no puedas cumplir, porque cuando yo me comprometo a algo, lo cumplo. A mi lado debe de estar alguien que tenga ese compromiso consigo mismo de mantener su palabra y llevarla a cabo con hechos. No quiero más lágrimas innecesarias, más esperas estúpidas al lado de un teléfono, ni más excusas, ni más "relaciones de mentira abocadas al fracaso".

- Tengo muy claro que quiero hacer con mi vida y a dónde quiero llegar. La persona que esté a mi lado tiene también que tener claro que quiere en la vida y. además, debe de estar caminando hacia esa meta. Debemos "alimentarnos las alas" mutuamente. No quiero a nadie que se estanque en una duda.

- Necesito la confianza ciega y mutua. Soy altamente sensible a la mentira y la traición. Ni las piadosas (de "intentos de sutil manipulación" o "chantajes emocionales", mejor ni hablamos). La persona que esté a mi lado, debe de ser, además, mi mejor amigo y tener la suficiente confianza como para decir sus sentimientos, sus miedos, sus preocupaciones, sus anhelos, mostrar sus debilidades y también sus fortalezas... La comunicación es la base de cualquier relación y una ya está cansada de "hombres herméticos", cuya coraza impenetrable te lleva a "la adivinación", y como no soy bruja, ni telépata, ni parecido... Necesito a alguien que se sepa comunicar, pero que también trate de entender mis sentimientos, porque cuando digo que algo me molesta, no es un reproche ni un ataque personal, sino un modo de decir "como me quieres, no te gusta verme sufrir y esta información me valdrá para tratar de evitar el daño". Necesito EMPATÍA.

- Necesito a alguien que me haga reír, que pueda hablar de cualquier tema, triviales y profundos, que me apasione... Pero que me apasione cada día, cada instante, cada momento... Porque yo no se vivir sin apasionarme y la vida me ha enseñado que entre "un capricho" (cuya pasión acaba súbitamente tal y como empezó) y comenzar a enamorarse, va mucha distancia y muchas variables. No quiero que estén pendiente de mi cada minuto del día, necesito mi espacio como cualquier persona. Pero no quiero "sentirme sola" al lado de nadie. La soledad es algo que yo elijo cuando quiero y no cuando me la imponen.

- No soporto los celos. Los celos (sobre todo los enfermizos, estos que llevan a algunas personas a "espiar" constantemente todo lo que hace su pareja, o peor aún, su expareja. Leyendo sus mensajes, su facebook, sus correos, sus chats... Esto es algo que tratan los psicólogos y que no estoy dispuesta a cargar con ello), ocurre solo por una falta de confianza en uno mismo (o baja autoestima) o en el otro, así que esto definitivamente no es para mí y, a la menor señal de ellos, la relación muere. Eso de que "si no hay celos, no hay amor" es un cuento chino y bastante arcaico. Necesito a alguien que sepa que si estoy con él es por una decisión propia y no por necesidad, por lo que, si apareciese una persona, o los sentimientos empiezan a apagarse, o hay gestos o desprecios que no me gustan, simplemente lo diré y por supuesto no acepto que, por expresar como me siento, se levante un temporal que "desgarre las velas de mi barco". De eso se trata la confianza y la comprensión.

- Necesito a alguien seguro de sí mismo, que sepa librar sus propias guerras sin que eso afecte a un "nosotros". Precisamente ayudaré en sus guerras y él en las mías. Porque una pareja es un equipo en todos los sentidos. Así que no quiero a mi lado hombres que me teman o que se crean inferiores o... etc. porque yo no me creo superior a nadie, ni inferior tampoco. Así que quiero una relación de igualdad en todos los sentidos.

- No quiero a alguien igual que yo. Sería terriblemente aburrido. Necesito a alguien que me rete, que me lleve al límite, que me haga volar, soñar... Quiero a alguien que no dependa de mi, porque yo no dependo de nadie. El apoyo y la dependencia son dos cosas distintas, y si no entiedes la diferencia, no eres para mi.

- Necesito a alguien que no haya perdido el "niño interior", pero que tampoco se comporte como un crío. Los adultos, ante los problemas, se sientan y los hablan. Si tiene solución se repara y si no, pues cada uno que siga su camino, que no pasa nada. No me gusta "jugar en la liga alevin". Y no voy a consentir que se use "el silencio" como castigo. Ante esto, intentaré la comunicación y, si continúa "este castigo injusto", yo seguiré mi camino. No voy a detener mi paso por alguien que juega con este tipo de chantaje emocional que puede causar un terrible daño emocional. Me quiero lo suficiente para "no tener que aguantar este tipo de acitudes".

- Quiero a una persona real, no a su mejor versión. Quiero a alguien que las virtudes compensen a los defectos. Alguien que, ante un problema serio (a veces, la vida te los pone en el camino), no salga corriendo, ni se aisle, ni se convierta en una tortuga dentro de su caparazón. La vida se enfrenta cara a cara. Quiero a alguien que sepa pedir ayuda y también que sepa ayudar.

- Necesito a alguien que, como yo, no soporte la rutina. Porque así, si caemos en ella, uno de los dos llevará al otro a volar de nuevo. Quiero que me sorprendan. Me encantan los pequeños y cotidianos detalles como el regalo de una sonrisa, una mirada como "si yo fuese todo", un como estás oportuno, un abrazo espontáneo, una nota en la almohada. Estas son las cosas que alimentan al amor y la amistad, y si no se usan el sentimiento se enfría y muere. Y me niego a estar con alguien por compasión o por llenar un vacío porque, de conformarme con eso, estaría siendo injusta con él y conmigo.

- Necesito a alguien que entienda que tengo amigos y amigas, que estaban ya antes que él. Tengo un concepto bastante alto de la amistad, y muchos de mis amigos son hombres. Quiero a alguien que comprenda que también hay que cuidar estas relaciones y que ir de cañas con los amigos no implica traicionar la lealtad de nadie. Porque yo haré lo mismo con él. Esto es la confianza y el espacio propio.

- Quiero a alguien que jamás me falte el respeto. Que tenga valores y principios. Que sus palabras y sus actos sean coherentes. Sobre todo porque, por la experiencia pasada, las palabras son solo eso, palabras, igual que las promesas. Puro aire sin contenido. Los hechos, esos son los que nos unen o separan.

Por eso, mientras no aparezca un hombre que sea capaz de todo lo anterior, habrá intentos fallidos. Insisto, estoy soltera, pero no sola. De hecho, mi frase tipo es cierta. No necesito una pareja, por lo que, si la tengo, es porque creo que encaja en todo lo anterior. Una ya no está para determinadas tonterías.


sábado, 16 de enero de 2016

La niña y el muchacho

La niña, de ondulados cabellos castaños y ojos vivarachos, agazapada detrás de aquella verja de madera, como cada tarde a la caída del sol, veía a aquellos dos muchachos que se sentaban, muy juntos, en el banco frente al acantilado, dónde la ola rompía la roca.

Los miraba. No había motivo. Simplemente sentía curiosidad. Aquella extraña rutina... El muchacho acariciaba el pelo de ella o lo ponía en su sitio cuando lo arremolinaba el viento de la tarde. Ella apoyaba la cabeza en su hombro. Los dos reían. Le gustaba aquella risa. Cerraba los ojos para oírla mejor. Era una risa conjunta. Como una música bonita, pero sin instrumentos. Solo risas.

Jutaban sus labios y permanecían mucho tiempo en silencio. Se miraban a los ojos. Juntaban sus labios. Se volvían a mirar... La niña se escondía mejor, como si fueran a verla los azarosos jóvenes.

Después, cuando el sol había dejado paso a la corona de la noche y, aunque ya brillaban los pimeros luceros, pero aún quedaba luz en el horizonte, los dos muchachos se iban. Cogidos de la mano. Riendo juntos. Ella apoyaba la cabeza en el brazo de él. El le acariciaba el pelo y ponía mechones en su lugar.

Después la niña se iba a casa.

Aquella tarde, la niña, hizo un mohín. Algo no funcionaba bien. No sabía muy bien que era, pero ya no se oían risas. El muchacho había aparecido solo. Se sentó en el banco, mirando al mar. Cayó la noche. Se levantó y se fue. No hubo risas.

Y así al día siguiente. Y al siguiente también. Y el tercero algo volvió a cambiar... El muchacho vino solo. Se sentó. Miró el mar durante horas. Ella no estaba por ningún lado. Pero, al reinar la luna, se oyó un incontenible llanto que partió el cielo en dos. A la niña se le llenaron los ojos de lágrimas también, como si la onda expansiva de aquel desgarrador dolor la hubiera alcanzado. No sabia cómo se había hecho daño aquel muchacho.

La niña se fue a casa. No pudo dormir. Pensaba en el dolor del muchacho.

Al día siguiente, cuando el chico, lánguido y con las ojeras del que malduerme, la esperanza que se niega a morir y es descarnada por la certeza de que, aquella tarde, ella tampoco vendría, por mucho que él la esperase. Justo antes de sentarse, la vio. A aquella menuda niña de cabellos chocolate haciendo hondas y aquellos inteligentes ojos clavados en él, con una sonrisa abierta y una bolsa de papel en la mano, agitándola al aire gesticulando para que la cogiese, el chico levantó una ceja ante la inesperada sorpresa:

- Para ti.- Aseguró la niña sonriendo más.
- ¿Para mi?.- Preguntó con desgana, tratando de que no se le quebrase la voz.- ¿Y por qué me haces un regalo?.
- Porque te has hecho daño.
- ¿Por qué crees que me he hecho daño?
- Porque lloras.- El chico enmudeció, la niña contestó resuelta,- Y cuando yo lloro, mi abuela, siempre me regala algo, me besa en la frente y me dice que al día siguiente estaré bien. Y, al día siguiente, lo estoy. Y cómo no se cómo te has hecho daño, ni cuanto te duele, pues te he traído un montón de cosas.- Acabó la niña zarandeando la bolsa de nuevo.

El muchacho se sentó y abrió la bolsa con cuidado. Miró dentro:

- Aquí no hay nada.- Concluyó tiernamente.
- ¿Cómo que no?.- Contestó indignada la niña, con ese gesto de absoluta justicia reclamando lo evidente, esa aplastante lógica que solo puede darte la inocencia, le arrebató con furia la bolsa y comenzó a fingir que sacaba cosas mientras las iba nombrando.- Esto es un pedacito de mar, por si no puedes venir, que lo lleves siempre; un frasco de viento del norte, los vientos secos son buenos para el reuma; esto es una puesta de sol, siempre conviene que haya una; esto es una estrella, pero no cualquier estrella, sino la estrella Polar... mi papá dice que si me pierdo sola en el bosque, busque esa estrella y me llevará a casa... aunque, no se muy bien para que más puede valer y aquí no hay un bosque cerca; esto es un abrazo, los abrazos de verdad, estrujando mucho, hacen sentir muy bien; esto es un beso en la frente, para que si lloras otra vez, tengas uno cerca; esto es la cola de un dragón... porque me gustan a mi; eso es polvo de hada, si te los echas en las alas, vuelas... Sí, calla, ya se que ibas a decirme, listo... Por eso traje también unas alas, para que puedas volar cuan alto quieras y sentirte libre de ir a cualquier lugar...

Y el muchacho pasó el tiempo allí, escuchando todos los regalos de la niña porque, aunque fueran invisibles, le había hecho uno de incalculable valor: Recodarle cuan necesarias y valiosas son las pequeñas cosas.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Aquellos días

Lejos quedan aquellos días...

Lejos quedan aquellos días en los que sacrificabas tus prioridades ante el altar de las ganas.

Lejanas quedan aquellas risas, aquellas cervezas de rincón con sabor a partida de billar mal jugada, aquella sinrazón exhalada en el vaho que empañaba los cristales de un coche.

Lejos quedan aquellos días en los que, un leve roce de tu dedo, erizaba toda la piel de mi espalda.

Lejos quedan aquellos días en los que mi curiosidad jugaba una partida de ajedrez con mi razón y, a la voz de "jaque mate", claudicaron todos los consejos sensatos.

Lejos quedan aquellos días en los que hacíamos malabarismos con la prisa.

Lejos quedan aquellos días... Aunque fuera ayer.

domingo, 20 de septiembre de 2015

"A flor de Piel". Apertura de Curso de Teatro del Desván

Yo escribo "desde siempre", desde que empecé a leer y quise inventarme mis propias historias. ¿Mi sueño más alto? Ser escritora. Dedicarme profesionalmente a ello. Por eso, nunca he tirado ninguno de mis textos, aunque alguno se haya perdido por azar... Poemas, relatos, dramaturgias, novela, guiones... Amo la literatura y escribir es mi mayor pasión, la que me ha acompañado toda la vida sin fallarme. La que me ha salvado tantas veces.

Más tarde, me esforcé por mejorar mi estilo literario, sin perder la esencia de lo que quiero transmitir. Escribía "para mí", al antojo de las musas, cuando aparecían y la pluma se movía sola. Más tarde, y muchas veces como terapia (junto al Teatro, creo que son las mejores terapias para expresar sentimientos), escribía para auténticos desconocidos en un blog al que titulé "Crónicas de un grano de arena"... Porque realmente somos eso... Granos de arena en mitad de desiertos o bajo la Magnanimidad de todo un Universo. Escribía sobre mi vida, mis sentimientos, mis pasiones y decepciones, mis batallas, mi amor y desamor, mi corazón roto y recosido... Bajo nombres y lugares ficticios, se encontraban historias reales y cotidianas.

Después, y hace relativamente poco, empecé a escribir "por encargo". Pero, como creo firmemente que es mi deber trasmitir esa pasión por las letras, no me cuesta nada regalar textos, publicarlos, difundirlos, tan sólo a cambio de poner la autoría y como "Cristina Martínez" es demasiado común, decidí usar el pseudónimo público de "Eloísa Lúa" (nombre muy especial y con mucho significado para mi).

Pero uno de los hitos en mi "historia de escritora" lo marcó Jose Salguero, persona a la que admiro y quiero a partes iguales, quien leyendo uno de esos alardes de las musas que me dan de vez en cuando, le sirvió de inspiración... Uhmmm ¡Espera!... ¿Le sirvió de inspiración?... Eso es una de las cosas más hermosas, bellas, impactantes y emocionantes que le pueden decir a un escritor: "Me inspiras". Eso es muy grande, pues pocos tienen ese don de remover dentro de los corazones hasta el punto de hacer gritar a la creatividad. Para mi fue un honor y un regalo su petición porque, de este maravilloso modo, se me empezaba a reconocer "como escritora", elevandome así, un peldaño más, hacia mi sueño más alto.

Pero hoy, me han hecho un regalo aún más hermoso, algo que me ha hecho llorar de emoción y alegría y que no esperaba: Me han dedicado este video y estas hermosas palabras. A algunos de esos actores que han acogido mis textos, como Raffaella, no los conozco y no puede haber honor más alto que, además de como base de una interpretación, haya removido un corazón, haya derribado una pared en alguien que se ha sentido identificado. No tengo palabras, solo lágrimas de emoción. Me habéis hecho muy feliz hoy, aún escribo emocionada y con lágrimas en los ojos estas letras. Así que, aunque no encuentre palabra suficientemente grande, tendrá que ser "GRACIAS" en mayúsculas a José Salguero, Javi Soto, Cristina Polo, Paloma Cavas, Sonia Gainzarain y Raffaella Guerci (y Julián, que aunque no aparezca en este video, se que está preparando una gran actuación). Sois maravillosos y estoy deseando vivir esta nueva experiencia para mi, que es ver mis textos encima de un escenario en una performance (de la cual no se nada, ni quiero saber, para verla con los ojos de la niña que siempre ha vivido en mi). Y aparte de estar convencida de que será sublime, solo por el trabajo, la confianza, las ganas, vuestras palabras y este maravilloso regalo, ya lo sois.


"A flor de piel"
Entrevista a los Actores
Teatro del Desván.