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viernes, 8 de diciembre de 2017

Por un copo de nieve...

(Lo escrí, tal día como hoy, hace justo un año. Las situaciones pueden ser tan parecidas como círculos viciosos de los que no se quiere uno salir. Hay "historias fugaces" sin final que las termine, que durán más de una década)

Apagó su cigarrillo y lo pisó, sin mucho afán, con la punta de la bota. Un solitario copo de nieve cayó en el dorso de su mano, encadenado a un recuerdo que no curaba el tiempo.

Quizá no era la mejor persona del mundo pero, para él, el mundo era un mejor lugar con ella. Quizá tampoco fuese la chica más guapa, pero él la sacaría a bailar, cada noche, como si fuera la reina de la fiesta. Para el resto, quizás, pareciera que se acaban de conocer... Pero ellos se sentían como si se conociesen desde siempre. Así se lo habían susurrado. 

No era su mejor amiga. No sería capaz de tenerla al lado y no abrazarla, pero era su mejor aliada. Probablemente estaba mal de la cabeza, tenía que estarlo para haberle ido a buscar, tan lejos, aquel día lejano ya en el tiempo. Seguramente no era lo correcto, ni lo mejor para él ni para ella y, desde luego, no era la única opción, y en gran medida tendría que ser amoral o inmoral o prohíbido... Sólo lo que es vedado puede ser de tal intensidad. Sin embargo, aunque su razón le diese mil motivos para no estar con ella, su corazón le daba mil uno para no dejarla escapar jamás.

Eligió. Se alejó de ella.

Habían pasado ya calendarios desde el dia en que su corazón se heló al saber que había roto el de ella.
Pero aquel copo solitario, sobre el dorso de la mano, la trajo a su mente con ferocidad... Otras veces se trataba de una canción, de oír el nombre de una ciudad compartida... Nunca se iba del todo.

Cerró los ojos y exhaló un hondo suspiro que dibujó humo sobre el frío. ¿Ella pensaría lo mismo estuviera donde estuviese? No existía respuesta creada en esta mentida realidad.

Suspiró de nuevo, esta vez pintado de conformismo, pero sin abrir los ojos... Porque con los ojos cerrados: "todos los diciembres nevaba en Cayao".

sábado, 2 de diciembre de 2017

Apuesta a ciegas

Ya, ya lo sé. No tienes nada que ofrecer y tú nunca vas de farol. ¿Qué hacemos entonces? ¿Brindar por nuestra mala suerte y jugar al black jack hasta perderlo todo? Recuerda que un día tuvimos las estrellas bajo nuestros pies. Aquella noche que, al amparo de una luna furtiva, nos buscábamos desesperadamente como dos adolescentes, sin portal que nos cobijase de la lluvia.

Yo tampoco tengo nada que ofrecerte. Apenas si un abrazo de los que te quitan el aliento, o te lo dan. El don de pintar una sonrisa en tu cara, los días grises y fríos. Las ganas de luchar y volar tan alto como alcancen mis alas, sin quitar una sola molécula de tu cielo.

Ya ves, no es mucho. Te prometo la incertidumbre de mañana, pero pongo sobre la mesa la luz de hoy y el calor que despierta almas en pena, que hace resurgir del letargo todos los dragones. No me apuesto los besos... Sin duda, son infintamente mejores cuando tú me los robas y yo finjo que no te dejo. Escenas sueltas de una película sin final. De unos besos de estación sin despedida que los cierre.

Yo quiero tu nada. Porque a lo mejor, sumada a la mía, conseguimos el póker de ases. Una lástima no saber que cartas irán en la siguiente mano. Pero, ¿y si las hubiera? ¿y si todo es posible, porque nada está escrito? Yo quiero hacerte reír a carcajadas. Abrir los siete candados de la caja de Pandora. Recorrer los laberintos de tus ojos sin brújula. Quiero descubrirte capa a capa, sin prisas, en un mundo demasiado acelerado. Quiero descubrirte cada día con la misma emoción con la que te encontré la vez primera. ¿Hace cuanto ya, viejo amigo?

Lo entiendo. Es un riesgo no calculado. Quizá yo misma sea Lucifer en el vestido y cuerpo de una dama, pero en ese caso es el fuego de mi infierno el que te quita el sueño; el que te ocupa la mente arrasando la concentración cotidiana; el que te hace sentir y al que temes por ello. Es mi fuego, aunque tú no quieras salir de las cálidas tierras baldías del desierto.

¿Cómo dejarlo todo en pos de una terrible inseguridad? De todos modos da igual, el mundo se derrumba pero tu no eres Rick, esto no es París, ni yo me marché para no volver.

¿Más cartas, viejo amigo? Esta partida está llegando a su fin. Apenas si queda otra mano. La última mano hasta la siguiente vez. Pero, ¿lo has pensado? Quizá el mundo acabe mañana y nos condenaremos al purgatorio. por haber cometido el terrible delito de haber traicionado al destino en el que no creemos. Tranquilo, no me mires así. Si el mundo sigue en pie y, en mí, continúa un hálito de vida, seguiré aquí.

Ya, ya lo se. Tú no puedes ofrecerme nada. Yo no tengo nada que ofrecer. Más no confundas nunca la comodidad con la felicidad. Sería nuestro mayor fracaso.

Sí, sé lo que te estoy ofreciendo. Una apuesta a ciegas.

lunes, 18 de septiembre de 2017

Podría decirte

Podría decirte que no esperaba que la noche me sorprendiera con un cruce casual, en la escalera del último bar, cuando apunto estaba de marcharme. Que me caí dentro de tus ojos, prendiendo fuego al mapa de salida, atrapaba por aquel denso misterio por descubrir.

"¿Qué haces en este lugar, dónde los cuerpos no se tocan y la música te taladra los tímpanos? ¿Dónde estabas todo este tiempo? ¿En que escondido rincón? Cuéntame tu vida, tenemos toda la noche... Quiero saberlo todo, aunque nada me debas. Anda, abrazaté a mi, está lloviendo y así nos empaparemos juntos"... No se si hubo un antes, porque lo que recuerdo nítidamente es que sí hubo un después.

"Vuelve a abrazarme y no me sueltes". Y lo hicé, mientras entralazaba mis dedos a los tuyos, suplicando que se detuvieran los relojes y que la lluvia no cesase. Te podría decir que contigo aprendí el arte de fumar sin mojar el cigarrillo, o que recuerdo el color de la camisa que se secaba, horas después, colgada en mi puerta. Dibujaste un corazón invisible sobre la piel desnuda de mi espalda. Sobraban las palabras que no existían para describirnos. Tuvimos que inventar un lenguaje nuevo y los silencios nunca fueron incómodos.

Podría decirte que, hasta ese momento, nunca me habían asesinado de miedo las terminales de los aeropuertos. Con la soledad sangrando en mi boca ante el recuerdo de tu rostro alejándose en aquel tren maldito que no te devolvió al andén. Con aquel adiós que no pudimos pronunciar. La duda se atrincheró, con su arpía sombra, sobre el árbol de la fruta prohibida al que atracamos furtivos de la noche que nos pertenecía.

Podría decirte que te arrojé, tan lejos como pude, de mi cuerpo cuando el miedo a ser feliz me paralizó y el infierno se congeló en el "No puedo" que apenas acerté a susurrar. Que las palabras me flaquearon, las excusas huyeron despavoridas y me desarmaste en el primer asalto. Puede, quizá, quién sabe, que te resquebrajase un poco el corazón con la única locura que no cometí.

Ahora recorro los bares dónde nunca estuvimos, buscando ansiosamente tu cara entre la gente. De tanto en tanto, una canción dispara a matar. Y una frase que murió en tus labios, antes de ser pronunciada, acuchilla mi curiosidad. Podría decirte que aún te pienso y me desvelo soñando lo que pudo haber sido antes de rendirnos. Y la vida nos volvía a cruzar, una y otra vez, en los peores momentos, cuando lo queríamos todo y, sin embargo, nada era posible.

Podría decirte... tantas, tantas cosas....

Sin embargo, hablamos de lo trivial y callo. Aunque, de vez en cuando, el corazón te traiciona y hablas de más, y el mío te sigue diciendo aquello que debo callar.

jueves, 31 de agosto de 2017

Esta noche


Esta noche teñiré de fuego mis alas negras y surcaré los cielos con tu alma de la mano. Blandí un recuerdo a modo de espada. Reduje a cenizas, durante un instante, las murallas que de todo te protegían. Tu corazón latente en una danza pohibida, hablaba aún con las últimas resistencias del que se sabe perdido.

Te traen los vientos del Norte que ponen mi brújula del revés, pues ahora eres mi Sur: un lugar al que siempre puedo volver.

Esta noche voy a ser feliz. Recorré las nocturnas calles y te contaré la historia que encierra cada farola. Quemaré todos los calendarios, dinamitaré la prisa, fusilaré los relojes y negaré la existencia del tiempo. Arrasaré las despedidas y los besos con sabor a estación. Bombardearé al tren del olvido, para que nunca pase por nuestro anden. Volveremos a reir bajo la lluvia, fumandonos un cigarro a medias, sin paraguas que nos resguarde. Nos empaparemos del cielo y de la tierra mojada. Enterraré mi cabeza en tu pecho y nos fundiremos en el abrazo que nos debemos.

Esta noche asesinaré, a traición, todos los compromisos que nos alejan. Ríos de sangre de otras lágrimas bajarán por las avenidas. Esta noche te prometo la risa.

Esta noche, yo fuego y tu tierra sobre la que arder, soñaremos el mismo sueño. Mi Ángel Negro siempre es fuego cuando agarro tu mano y tus alas negras y coraza pétrea, se deshacen en las hogueras que provocamos. Me dirás que tus días son grises sin mi sonrisa. Te diré que recuerdo cada instante a tu lado sin mella de tiempo que lo distorsione. Danzaré para tí con el alma desnuda, y un corazón para perder. Tú te sorprenderás a ti mismo hablando de más y las estrellas fugaces durarán eternamente.

Esta noche será nuestra y mañana... ya será otro día.

miércoles, 5 de julio de 2017

Bendita Tormenta

Aparecía en su mundo y... El sol se cubría con las nubes de sus ojos. Y, si había nubes, se tornaban grises. Los cirros se volvían cúmulos. El aire se impregnaba de esa fragancia de tierras fértiles en las que nunca echó raíces. Aún hoy, de vez en cuando, ese maldito "¿y si...?", la aguijoneaba en la cicatriz del miedo de su alma. Una cruz invisible sin clavo que la sangrase.

Aparecía en su mundo y no había preguntas. Ni respuestas. Ni palabra alguna que evitase el porvenir.

Aparecía en su mundo y las nubes amenazaban lluvia. Y, si ya llovía, entonces ella bailaba y reía. Como aquellos días frente al mar. Como antaño. Como cuando aprendió a fumar un cigarrillo a medias sin paraguas. Esa carcajada hacia dentro que le traía recuerdos de abrazos, de cuando el mundo se rindió bajo sus pies. Del agua rompiendo la roca, mientras él le susurraba al oído lo increíble que era haberse cruzado con ella, en mitad de aquel abismo insondable. O se callaba y se comunicaban con la mirada, a través de las profundidades su sus ojos, en grises y negro. Con un idioma hecho a medida, que solo aquellos dos habitantes de la Tierra eran capaces de comprender.

Aparecía en su mundo y estallaba la tormenta. ¡Bendita tormenta que la zarandeaba hasta ponerle del revés el corazón!. Y en su rostro se dibujaba la sonrisa que él causaba solo con acercarse. Y, si ya sonreía, entonces, reía más. O la sonrisa más abierta, brillaba con furor, ensombreciendo al sol. Eres luz e ilumunas mis sombras, le decía como si presa de un influjo irresistible, hubiera derribado todas sus murallas, dejando al desnuedo su fortaleza y su cuerpo.

Pasaban los años y seguía provocando aquella chispa eléctrica cada vez que aparecía. ¡Bendita tormenta que bien valía el vacío de la ausencia que dejaba tras de sí!

lunes, 26 de junio de 2017

Tomar distancia

Se alejó de ella y, por eso, le acarició los rebeldes mechones con exquisita dulzura. Tenía que alejarse. Bien sabía que aquello no era posible y, mucho menos, viable. Bien sabía que solo era posible en el mundo de los sueños, en los cielos del deseo y en el Universo de su boca...

Se alejó de él y, por eso, paró todos los relojes que no marcaban la hora del principio. Sabía que no podía ser. Lo había sabido siempre. Quizá en el futuro... Pero no le iba a esperar eternamente, mientras la vida pasaba, como silencioso testigo, del crimen que cometieron al soltar sus manos.

Alejarse de ella era volver a la rutina sin sobresaltos. A la llama del hogar, sin el ojo del huracán que lo gobierne. Era la calma, sin la brisa fresca de las mañanas. en las que le regalaba las verdades, que no le eran vedadas, como si aquella mujer pudiese leer dentro de los ninboestratos de sus ojos.

Alejarse de él era aserverar que nunca le volvería a ver aunque sus caminos se cruzasen. Era quedarse con un saco vívido de recuerdos de otros tiempos. Era la nostalgia de mañana con distinto sabor a la de ayer. Era renunciar a su corazón columpiándose en la garganta. No volverse a mirar en sus ojos y no adentrarse, nunca más, en las profundidades del volcán de su cuerpo.

Se alejó de ella tantas veces... Era lo correcto. La forma de no herir a nadie, abriendo una herida, aún mayor, en el fondo de su esperanza. Era lo que debía de ser. A lo mejor, no era su mejor opción pero era lo mejor para todos, incluída ella que merecía tantas cosas que jamás le había dicho.

Le vio partir, tantas veces, en silencio... Y dolía como la vez primera. Se notaba el agujero que dejaba en el muro invisible de las lamentaciones que nunca profirió. Era oír aquel silbato del tren dentro de su cabeza, mientras se le escurría, entre las manos, los restos del naufragio que había dejado el penúltimo beso. Era perder la fuente misma de toda magia.

Pasaba el tiempo. El volvía.

Quitaba hojas del calendario. Ella volvía.

Ese era su particular y recurrente modo de distanciarse. Al fin y al cabo, paseaban bajo la misma lluvia.

lunes, 19 de junio de 2017

Del Fuego a las Cenizas


"¡¡Maldito seas por siempre!!" - Resonó aquel desgarrador grito, que quebró hasta los cráteres de la luna. Un grito que bramó hasta expulsar el último hálito, justo antes de caer vencida al suelo.

Un año antes...

Se había arrancado el corazón con sus propias manos, aún en la última contracción. Del fuego a las cenizas.

Aún unos meses antes...

De las cenizas al Fénix.

Katrhina sentía los caballos desbocados de un corazón arrancado hace tiempo. Sintió. Sintió infinidad de cosas... Sintió que aún no había muerto del todo. Pero solo él conseguía devolverle aquellos latidos de los que había decidido prescindir. Y, sin embargo, no era posible.

Lo supo desde que le vió por vez primera. Desde aquel abrazo que les unió hace ahora tantas lunas. Si las almas gemelas existiesen, desde luego, él era la suya. Aquel que conseguía crear delicioso caos en su nada rutinaria cotidianeidad. Como ella, con su sola presencia, tornaba la tierra en volcan, la cordura en loca desesperación adolescente. Porque juntos eran un todo y, separados, simplemente eran otra cosa. Pero siempre fue una vetada posibilidad.

Las idas y venidas. Los silencios y aquel torbellino de pasiones que, implacable, los unía en uno solo. al antojo de una vida mortal. Seguramente, en un mundo ideal, se amarían en todas las vidas. Porque había cambiado hasta la orografía del camin,o pero no lo que se despertaban mutuamente cuando se miraban en los ojos del otro. Y, sin embargo, nunca fue posible.

Habían sucumbido a la fruta prohibida de la pasión sin estación ni destino. Lo habia sentido tan dentro que se había quedado tatuado su nombre en las venas. Había leído en sus ojos hasta desnudarle la esencia. Contempló las ruinas y el paraíso, la lluvia embravecida en sus ojos sin faro que le alumbrase las noches de ausencia. Lo había ansiado con instinto animal. Y él a ella. Y, sin embargo, ambos sabían que no era posible.

Unas horas antes...

Susurró unas palabras de despedida a Eolo. Era cerrar los círculos o perderse ella. Era el fin de los finales, sin los puntos suspensivos.

Pero él apareció, por sorpresa, a medio de la letanía. Y, entonces, no pudo decirle adiós. El tampoco a ella. Como si esa palabra les hubiera sido robada, puro divertimento de unos impíos dioses. Siempre estarían sobre aquel tablero de locura del "no te puedo tener y sin embargo...".

Así que, se dio la vuelta, para que él no la viese sin corazón. Acababa de acuchillar al ave de fuego. Se desplomó. El la tomó en brazos. La besó en los labios, apenas roazóndola. "Nos volveremos a encontrar, mi Señora, cuando giren los vientos" - Sentenció. Después, alzó el vuelo y desapareció entre las nubes.

En aquel momento...

Gritó ante la injusticia de los recovecos de aquel enrevesado camino. Maldijo al destino al borde de aquel precipicio.

"Os volveréis a encotrar, en esta vida o en la otra".- Respondió, impasible, El Destino.