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miércoles, 21 de marzo de 2018

El Espejismo

Ella le propuso aquel plan. Espontáneo. De esos que salen desde muy adentro y solo porque sí. A él le encantó la idea, hace tiempo que no la veía y quería pasar tiempo con ella.
Ella fantaseó con toda la noche. Con cada instante bajo la luna. Escogió las palabras, que fueran certeras y llanas, verdaderas y profundas… que expresaran todo aquello que no tenía humana palabra para ser descrito. Tenía tanto que agradecerle. Tanto que decirle.

Fantaseo más allá de su propia fantasía y estiró los segundos imposibles, como si fuera la inventora y dueña del tiempo. Coincidían poco para su gusto y tenía ya demasiados besos colgando de abrazos, que se habían despeñado por el árido desierto de las noches en vela.

Ideó cada detalle. Desde su ropa hasta el color de su carmín. Escogió mentalmente el perfume que mejor le iba con la sonrisa de él.

Desde luego no se lo esperaba. Sabía que él no era amante de las sorpresas, pero aquella era diferente porque ella iba a crear magia. Y probablemente deseo desbocado en una pasión que creían domada.

Esa semana estuvo casi sin hablarle. No quería que sus ganas la traicionaran y, como una niña, fuera a contarle lo que su corazón tramaba. Tampoco quería que la presión le desbordarse, por eso le dio tiempo, libertad y alas.

Cada noche, antes de dormir, cerraba los ojos repasando cada fleco, cada puntada, cada instante… saboreando las palabras que saldrían de su boca. Aquel sentimiento encogido que aún no había sido confesado. Le daría todos los por qués y le mostraría todos los cómos.

Llegó el día y esperó una señal. La chispa que encendía la mecha de su oasis particular. De aquel paraíso que había urdido para ponérselo a sus pies y admirar juntos y abrazados la belleza efímera del instante.

Silencio.

El pronunció aquel “prácticamente imposible" y ella se tragó el dolor de la lanzada tras una sonrisa superpuesta. No podía ser… Aquello no lo había soñado. Tras una breve explicación, ella comprendió. A él le había engullido el tiempo mal entendido, disfrazado con el manto de plazos y obligaciones. No había construido ningún oasis, sólo un espejismo que se diluyó en una noche cualquiera sin magia que la arrope.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Por un copo de nieve...

(Lo escrí, tal día como hoy, hace justo un año. Las situaciones pueden ser tan parecidas como círculos viciosos de los que no se quiere uno salir. Hay "historias fugaces" sin final que las termine, que durán más de una década)

Apagó su cigarrillo y lo pisó, sin mucho afán, con la punta de la bota. Un solitario copo de nieve cayó en el dorso de su mano, encadenado a un recuerdo que no curaba el tiempo.

Quizá no era la mejor persona del mundo pero, para él, el mundo era un mejor lugar con ella. Quizá tampoco fuese la chica más guapa, pero él la sacaría a bailar, cada noche, como si fuera la reina de la fiesta. Para el resto, quizás, pareciera que se acaban de conocer... Pero ellos se sentían como si se conociesen desde siempre. Así se lo habían susurrado. 

No era su mejor amiga. No sería capaz de tenerla al lado y no abrazarla, pero era su mejor aliada. Probablemente estaba mal de la cabeza, tenía que estarlo para haberle ido a buscar, tan lejos, aquel día lejano ya en el tiempo. Seguramente no era lo correcto, ni lo mejor para él ni para ella y, desde luego, no era la única opción, y en gran medida tendría que ser amoral o inmoral o prohíbido... Sólo lo que es vedado puede ser de tal intensidad. Sin embargo, aunque su razón le diese mil motivos para no estar con ella, su corazón le daba mil uno para no dejarla escapar jamás.

Eligió. Se alejó de ella.

Habían pasado ya calendarios desde el dia en que su corazón se heló al saber que había roto el de ella.
Pero aquel copo solitario, sobre el dorso de la mano, la trajo a su mente con ferocidad... Otras veces se trataba de una canción, de oír el nombre de una ciudad compartida... Nunca se iba del todo.

Cerró los ojos y exhaló un hondo suspiro que dibujó humo sobre el frío. ¿Ella pensaría lo mismo estuviera donde estuviese? No existía respuesta creada en esta mentida realidad.

Suspiró de nuevo, esta vez pintado de conformismo, pero sin abrir los ojos... Porque con los ojos cerrados: "todos los diciembres nevaba en Cayao".

jueves, 17 de agosto de 2017

Perseidas a media tarde


Llovían Perseidas aquella media tarde y, cada una, bailaba en el fuego fatuo que ardía sin quemar.

Danzaban las musas, subía la moral de los ejércitos, los Gladios cortaban alientos, y las armas despertaban conciencias dormidas.

Ella viajaba, sin moverse de sitio, a aquella ciudad sin nombre, custodia de sus iniciales, a la que siempre podían volver. Aunque ella se sintió más Rick que Ilsa Lund en aquella época.

Las Perseidas caían a media tarde arrancando, en su fugaz carrera, hasta el último jirón gris de recuerdo. Con la imaginación volaba a endoquinadas callejuelas de chocolate, que te devolvían siempre al mismo punto, al son de más de doscientas campanas que habían perdido un réquiem.

Sus alas recordaban el vuelo por el simple placer de sentir el viento, sin miedo a que la tempestad la derribase tras la Esquina Incierta. Sobrevolaba los sueños de hoy, que pensaba convertir en las realidades de su mañana, sin sentirse en la cuerda floja atravesando el campo de minas de tra época no tan lejana.

Había ramas como brazos de los que colgarse en cada encrucijada. Las suficientes para afrentar una realidad de la que ya no cabía huída, ni volvería a cambiar por un quimérico quizás mañana. Los escudos la bordeaban en el centro de todos, mientras un bosque de espadas se levantaba con refulgiente fulgor, muchos habían sido protegidas por las alas de fuego, inquebrantablemente leales para con los suyos.

Caían Perseidas a media tarde y ella tornó, en noches con estrellas, todas las sonrisas que se cruzó aquel día. Se cumplieron sus deseos y también alguno que no alcanzó a imaginar. Reencntró una inagotable fuente de energía incondicional al alcance de sus dedos.

No sonaron violines. Ni echaron al vuelo las campanas. Sin embargo, el Universo le había regaldo estrellas fugaces en una taza de cafe.