Recuerdo la primera vez que, con su trajín, nos juntó la vida... Aún no era un Ángel Negro que se escondía entre sombras en el valle de las telas de araña. Entonces era jóven y aún creía en la lealtad, la justicia, el amor, la amistad... Creía en muchas cosas, como creí en él.
¿Qué nos sucedió? Me reí a carcajada carnavalesca, mi cuerpo ardió en la hoguera que compartimos sin quemarnos. Hablamos de la vida, y del mundo, y de cosas que nos importaban, de proyectos futuros y viajes pasados. Y una mariposa nueva crecía a cada segundo en la boca del estómago. Traté de ignorarlas, pero fue imposible. Como imposible era aquel amor a medias, que duraría lo mismo que tardase yo en marcharme. Me sentía bien a su lado. Me encantaba aquel juego tan nuestro del "tira y afloja". Lo admiraba, por demasiadas cosas, aunque él nunca lo supo. Luego me fui.
De vez en cuando, el azar o el destino favorecían que apareciese fugazmente. Apenas unos instantes que nunca eran suficientes. La casualidad nos forzaba a seguir en contacto. Luego se iba. Sin más besos, sin más hogueras, sin más carcajadas.
Lustros pasaron sin que el azar, duende jugueton, sus hilos moviera. Apareció como una gigantesca ola, que todo lo barre sin destruirlo. Olvidé por unos instantes que era un Ángel Negro y ya nada quedaba del Fénix. Consiguió remover los rescoldos en el momentos más oportuno. Pude ser aquella que fui una vez, sin guerra ni destrucción. Lo necesitaba y él brilló por azar. Dio sentido a mi mundo en ruinas. Y volví a creer. Aquella vez venía para quedarse. Estaba segura.
Poco tardé en sentir el error de la equivocación. Y vinieron las mentiras piadosas, el deseo disfrazado de un "de verdad me importas", las conversaciones rutinarias sobre las hogueras en los pliegues de su cama, las promesas que jamás habría que cumplir. Y, por último, la traición.
Mis alas se desplegaron con más tristeza que furia. No sabía que me quedaran lágrimas. Me arrancó un trozo de corazón que se le deshizo, en cenizas, sobre su mano. Ya no había nada más que romper.
Me confundí con su llegada y dejó un vacío que tuve que llenar de sombras. Volví a mirar dentro de mi, con ese escorpión en dónde debería de haber un corazón. Que ingénua había sido. Cuanto tiempo mal invertido. Cuantos ideales vendidos por menos de nada. Cuantas mentiras e hipocresía. Cuanto dar para luego obtener un hondo silencio cargado de significado.
Volvió la sonrisa desdibujada a mi rostro. Tuve sed de venganza y pude forjarla. Pero no lo hice. Le perdoné la vida.
De nada.
Blog sobre Literatura, Guion y novedades de la escritora Eloisa Lua (pseudónimo)
martes, 16 de junio de 2015
lunes, 8 de junio de 2015
Así llegó
Así llegó como una inesperada ola que puso del revés todo su mundo. Jamás había conocido a nadie como él, aunque fuese imposible. Una tempestad de escalofríos y endorfinas que se apoderó de su sangre. Unos hábiles dedos que tocaron el centro de su corazón y su cerebro. No había una sola neurona en ella que no tuviese un pulso eléctrico dedicado a él.
Así llegó una tarde a mediados de Mayo. Por pura causalidad... Demasiado contenido para unas desangeladas líneas que nunca conseguirían describir como se sintió. La ola se la había tragado a profundidades inexploradas, desde el mismo momento en que se vio reflejada en aquellos ojos color marino. Cuando aquella sonrisa le provocaba una eterna carcajada. Después, se fue. En silencio. Aunque nunca llegó a irse del todo, como una ola.
Pasaron muchas lluvias y primaveras y olas más pequeñas y menos intensas y el sol y la tormenta... Y el tiempo se volvió lento sin él.
Hasta que, de nuevo, llegó. Años después. En el momento más oportuno. Como una ola que volvió, de nuevo, todo su mundo del revés. Y los segundos se aceleraron y lo que parecían minutos, se convrtían en largas horas. Y las endorfinas a flor de piel coloreaban su demacrada realidad. Y era feliz, sin olvidar que, al fin y al cabo, era una ola gigantesca y como toda ola, algún día, se iría dejando un inmenso vacío.
Así llegó una tarde a mediados de Mayo. Por pura causalidad... Demasiado contenido para unas desangeladas líneas que nunca conseguirían describir como se sintió. La ola se la había tragado a profundidades inexploradas, desde el mismo momento en que se vio reflejada en aquellos ojos color marino. Cuando aquella sonrisa le provocaba una eterna carcajada. Después, se fue. En silencio. Aunque nunca llegó a irse del todo, como una ola.
Pasaron muchas lluvias y primaveras y olas más pequeñas y menos intensas y el sol y la tormenta... Y el tiempo se volvió lento sin él.
Hasta que, de nuevo, llegó. Años después. En el momento más oportuno. Como una ola que volvió, de nuevo, todo su mundo del revés. Y los segundos se aceleraron y lo que parecían minutos, se convrtían en largas horas. Y las endorfinas a flor de piel coloreaban su demacrada realidad. Y era feliz, sin olvidar que, al fin y al cabo, era una ola gigantesca y como toda ola, algún día, se iría dejando un inmenso vacío.
lunes, 1 de junio de 2015
Dirario de un Angel Negro: El cinismo
Camino entre las sombras más oscuras, de las que he hecho mi hábitat natural. Recogidas las alas negras, como parte de mi piel, me camuflo entre la multitud. Les observo. Aprendo las reglas del juego. Ellas me han enseñado que todo es una partida de ajedrez en donde conviene ser la Reina.
No esperéis nunca cinismo en mis palabras. Soy muchas cosas, pero no una cínica. El látigo de la verdad siempre fue mucho más cruento e impío.
Cometí muchos errores por tradiciones estúpidas que me hicieron creer que eran leyes a seguir ciegamente. Pero la confianza, la lealtad, el honor, el respeto, la sinceridad, la amistad, el amor, incluso el sexo... Todo está sobrevalorado. Y, al final, cualquiera, si tiene ocasión, te venderá por una bolsa de monedas de cobre. Cualquiera. Nadie se libra de la quema. Nadie es tan estoico para no sucumbir a la tentación de su propio egoísmo... Ni siquiera tu mejor amigo. Nadie se salva. Todos acaban cayendo. Puse demasiadas veces la mejilla y me partieron el labio las mismas veces. Sangré todas ellas y fue esa misma sangre la que ahora me atrae a las sombras.
La vida está llena de cínicos que dicen predicar con el ejemplo, pero en los actos subyace la verdad, agazapada, escondida, disfrada de piel de cordero.
Me envidian y lo se. ¿Tengo que mentir para que me acepten en el grupo al que nunca pertenecí? No. Yo no miento por motivaciones tan vanas. No pueden soportar que, al desplegar mis alas, ahora negras, brille con luz propia. No pueden soportar que su mediocridad no se me contagie.
Las mujeres me odian porque ellos se sienten atraídos por mi y el no saber por qué, les conduce a la frustración que no soportan. Ellos reniegan de mi porque son tan cobardes, que usan la mentira para esconder sus propios fantasmas, pero no me olvidan. Me llaman sobervia por reconocer la verdad y escupirla cuando es necesaria.
Nos han enseñado a doblegarnos ante Goliat; a no enorgullecernos de nuestros éxitos; a sentirnos culpables de nuestros errores, cuando el error es la base de todo aprendizaje; a que la inteligencia es algo malo porque les hace sentir inferiores... Te enseñan a repudiarla, porque los inteligentes son peligrosos; a idolatrar la superficialidad y excluir a los diferentes; nos han mentido con el castigo del Infierno... Cuando el Infierno y el Cielo, la Virtud y la Deshonra, La Verdad y la Mentira, todo se encuentra dentro de nosotros. Tú eliges la actitud que usas en cada momento.
Soy muchas cosas, pero jamás fuí una cínica. Algo que no soportáis. Algo que me resulta tediosamente indiferente.
No esperéis nunca cinismo en mis palabras. Soy muchas cosas, pero no una cínica. El látigo de la verdad siempre fue mucho más cruento e impío.
Cometí muchos errores por tradiciones estúpidas que me hicieron creer que eran leyes a seguir ciegamente. Pero la confianza, la lealtad, el honor, el respeto, la sinceridad, la amistad, el amor, incluso el sexo... Todo está sobrevalorado. Y, al final, cualquiera, si tiene ocasión, te venderá por una bolsa de monedas de cobre. Cualquiera. Nadie se libra de la quema. Nadie es tan estoico para no sucumbir a la tentación de su propio egoísmo... Ni siquiera tu mejor amigo. Nadie se salva. Todos acaban cayendo. Puse demasiadas veces la mejilla y me partieron el labio las mismas veces. Sangré todas ellas y fue esa misma sangre la que ahora me atrae a las sombras.
La vida está llena de cínicos que dicen predicar con el ejemplo, pero en los actos subyace la verdad, agazapada, escondida, disfrada de piel de cordero.
Me envidian y lo se. ¿Tengo que mentir para que me acepten en el grupo al que nunca pertenecí? No. Yo no miento por motivaciones tan vanas. No pueden soportar que, al desplegar mis alas, ahora negras, brille con luz propia. No pueden soportar que su mediocridad no se me contagie.
Las mujeres me odian porque ellos se sienten atraídos por mi y el no saber por qué, les conduce a la frustración que no soportan. Ellos reniegan de mi porque son tan cobardes, que usan la mentira para esconder sus propios fantasmas, pero no me olvidan. Me llaman sobervia por reconocer la verdad y escupirla cuando es necesaria.
Nos han enseñado a doblegarnos ante Goliat; a no enorgullecernos de nuestros éxitos; a sentirnos culpables de nuestros errores, cuando el error es la base de todo aprendizaje; a que la inteligencia es algo malo porque les hace sentir inferiores... Te enseñan a repudiarla, porque los inteligentes son peligrosos; a idolatrar la superficialidad y excluir a los diferentes; nos han mentido con el castigo del Infierno... Cuando el Infierno y el Cielo, la Virtud y la Deshonra, La Verdad y la Mentira, todo se encuentra dentro de nosotros. Tú eliges la actitud que usas en cada momento.
Soy muchas cosas, pero jamás fuí una cínica. Algo que no soportáis. Algo que me resulta tediosamente indiferente.
miércoles, 20 de mayo de 2015
II Marquesa de Casa Tilly y su ama de llaves. En Cartagena.
Traiciones, juegos de poder, manipulaciones, estrategias, hambre... Una
ciudadanía en pleno fervor... Trasládate a la Cartagena del S. XIX de la
mano de la II Marquesa de Casa Tilly y su ama de llaves, siéntete parte
de la Historia de nuestra ciudad y recorre El Gran Casino de Cartagena
uno de nuestros edificios más históricos, punto de encuentro de la
cultura. Podrás fotografiarte con la Marquesa y quedarte admirado con la
Sala de las chimeneas, su antigua Biblioteca... etc. El día 30 de Mayo del 2015, en dos
pases, a las 18:00 y 20:00, ¡¡Función Unica!!. Solo venta anticipada.
Adultos: 8 €. Niños (hasta 10 años) y socios: 4 €. Plazas muy limitadas.
¡¡No pierdas esta ocasión única!!.
Organiza: Visual Dreams
Colabora: Gran Casino de Cartagena (Palacio de Casa Tilly)
Dramaturgia: Eloísa Lúa
Dirección, vestuario, ambientación y puesta en escena: Cristina Martínez.
II Marquesa de Casa Tilly: Belén Escudero
Ama de llaves: Cristina Martínez
Organiza: Visual Dreams
Colabora: Gran Casino de Cartagena (Palacio de Casa Tilly)
Dramaturgia: Eloísa Lúa
Dirección, vestuario, ambientación y puesta en escena: Cristina Martínez.
II Marquesa de Casa Tilly: Belén Escudero
Ama de llaves: Cristina Martínez
Etiquetas:
De Interés,
General,
Teatro
Ubicación:
Cartagena, Murcia, España
jueves, 14 de mayo de 2015
El indómito mundo de los sueños
Se despertó, sobresaltada, creyendo realidad lo que sólo había sido un vívido sueño. Un recuerdo en forma onírica. Una curiosa forma de rearfirmar por qué, ahora, era como era.
Compuso esa sonrisa cínica con la que se reía de sí misma.
Aquel sueño la había transportado años atrás, como si viajar a través del tiempo, fuera cosa de niños... Habían caído demasiadas lluvias y florecido otras tantas primaveras, como para recordarlo con aquella cantidad de detalle.
No sabía demasiado bien como él había consegiodo adueñarse de su corazón cerrado "a cal y canto" y no estaba dispuesta a dejar pasar aquel tren sentada en la estación del "¿Y si...?". Se habían mandado cientos de mensajes, pero no bastaba. Habían hablado durante horas, pero nunca fue suficiente. Así que decidió quemar los kilómetros que los separaban para buscar aquello que había ansiado desde la primera noche que lo conoció. Calmar o avivar aquel nido de furiosas mariposas que le rugían en la boca del estómago cada vez que pensaba en él, que era la mayor parte del tiempo.
Había fantaseado mil veces con aquel primer encuentro, hasta encontrar la perfección del momento en una realidad inventada en su cabeza. Se verían. El abriría los brazos y ella se agarraría con fuerza a aquella tabla de salvación. Se mirarían a los ojos con el deseo contenido de tantas horas siendo el uno y la otra, en lugar de nosotros. Y sus labios se unirían en ese primer beso, repleto de pasión y ternura, como dos enamorados queriendo parar el tiempo entre el lazo de sus manos.
Pero la realidad le abofeteó tres veces aquella noche, recordándole que los cuentos de hadas solo son eso... Cuentos. Con mentiras sin alas de hada.
La primera bofetada. Se rió de su ropa. Debió de ser una broma, pero ella notó como se replegaba sobre sí misma hasta sentirse tan pequeñita que estuvo apunto de la extinción. El abrazo y el beso vino después, para aliviar aquella primera herida abierta.
Segunda bofetada. El tocaba en un grupo y ella quiso asistir a aquel concierto. Pero estuvo muy lejos de ser la "Dancing Queen". Lo justificó en silencio, mintiéndose a sí misma, diciéndose que era su noche y que, aquello, era solo producto del momento; que, después, en la intimidad, él le diría todas aquellas cosas que guardaba en su teléfono y que, aquella noche, leía de tanto en tanto para recordarse que hacía allí en dónde el aire le sabía a cianuro. Lo cierto es que se sintió terriblemente sola, en una esquina, observando como el mundo giraba de espaldas a ella. Como él reía con sus amigos sin apenas dirigirle una sonrisa. La cerveza no aliviaba la tristeza. Ella también sonreía, pero al vacío de la nada, sin motivo que sostuviese aquella fingida inflexión de los labios. Le dedicó una canción, pero se la había pedido, así que jamás supo si era obligación o devoción. Mientras escuchaba crujir su corazón, agrietándose cada pesado segundo de aquella interminable noche. Se sentó, sola. Mirando a su alrededor. Sin saber muy bien que hacía allí. Sin poder ir a otro lugar. Salió a la puerta. El ni siquiera notó su ausencia. Llamó a un amigo. Necesitaba escuchar una voz conocida, sentir el cariño de alguien, en aquellos oídos ateridos de frío. Lloró. Solo la noche y su amigo fueron testigos de aquella injustificada tristeza. Lloró más. Colgó el teléfono. Borró el rastro salado de sus mejillas con la manga de su cazadora. Volvió a ponerse aquella máscara de alegría, antes de entrar de nuevo al Pub de la mala suerte, en el que él cantaba rock y ella ahogaba su tristeza en un vaso de cerveza caliente.
Tercera bofetada. Por fin, él y ella cara a cara, en un nudo de dos cuerpos desnudos bajo las sábanas. Jugando a amarse. Violentando la calma. Resurgiendo mariposas entre sus dedos, acariciándo con sus alas la espalda desnuda de aquel hombre. Todo era casi perfecto hasta que... Morpheo la traicionó y él cayó dormido, momentos después de iniciarse aquella batalla cuerpo a cuerpo. No dijo nada. Se recostó, de espaldas a él, agazapada como en el vientre de una madre, buscando un lugar seguro ante la temible caída por el precipició del borde del colchón. Volvió a llorar en aquella Soledad acompañada. Empapó las sábanas con lágrimas. No le importó. Se habrían secado antes del amanecer y él no lo sabría nunca.
También se hizo onírica realidad el momento de vuelta en aquel tren. Ya no lloraba. Sostenía una copa de vino mientras maldecía la realidad. Mirando como el paisaje se emborronaba reflejado en sus ojos tristes. Nunca debió de ir, así se hubiera ahorrado aquella vuelta cargada de musas y servilletas emborronadas con frases inconexas. Aquello dolería durante bastante tiempo. Se conocía, era un hecho. ¿Cómo borrar ahora las huellas de lo que ella sentía?
En ese punto se despertó, con esa pregunta aún latiendo en su red neuronal y esa sonrisa cínica. ¡Cuántas veces se había equivocado!
Cogió papel y lápiz y comenzó aquel encabezamiento dirigido a él. Quería herir el papel con las cicatrices que tanto le había conseguido cerrar. Quería explicarle que, una vez, sintió algo parecido al amor. Que lo perdonó. Que luego volvió a quererlo otra vez, de otro modo, pero con igual intensidad... Quería decirle tantas cosas que arrugó el papel con saña, arrojándolo a la papelera. El no había querido saber como se sentía. Así que el silencio le pareció mejor opción que aquella carta sin acabar.
Volvió a sonreír, con menos cinismo, con más ironía. Es curioso como el indómito mundo de los sueños es capaz de hacerte revivir recuerdos sumergidos en el lodo más intenso.
Comenzaba un nuevo día con los primeros rayos de sol. Sonrió, por fin, de verdad. Aunque sin compartirlo con él.
Compuso esa sonrisa cínica con la que se reía de sí misma.
Aquel sueño la había transportado años atrás, como si viajar a través del tiempo, fuera cosa de niños... Habían caído demasiadas lluvias y florecido otras tantas primaveras, como para recordarlo con aquella cantidad de detalle.
No sabía demasiado bien como él había consegiodo adueñarse de su corazón cerrado "a cal y canto" y no estaba dispuesta a dejar pasar aquel tren sentada en la estación del "¿Y si...?". Se habían mandado cientos de mensajes, pero no bastaba. Habían hablado durante horas, pero nunca fue suficiente. Así que decidió quemar los kilómetros que los separaban para buscar aquello que había ansiado desde la primera noche que lo conoció. Calmar o avivar aquel nido de furiosas mariposas que le rugían en la boca del estómago cada vez que pensaba en él, que era la mayor parte del tiempo.
Había fantaseado mil veces con aquel primer encuentro, hasta encontrar la perfección del momento en una realidad inventada en su cabeza. Se verían. El abriría los brazos y ella se agarraría con fuerza a aquella tabla de salvación. Se mirarían a los ojos con el deseo contenido de tantas horas siendo el uno y la otra, en lugar de nosotros. Y sus labios se unirían en ese primer beso, repleto de pasión y ternura, como dos enamorados queriendo parar el tiempo entre el lazo de sus manos.
Pero la realidad le abofeteó tres veces aquella noche, recordándole que los cuentos de hadas solo son eso... Cuentos. Con mentiras sin alas de hada.
La primera bofetada. Se rió de su ropa. Debió de ser una broma, pero ella notó como se replegaba sobre sí misma hasta sentirse tan pequeñita que estuvo apunto de la extinción. El abrazo y el beso vino después, para aliviar aquella primera herida abierta.
Segunda bofetada. El tocaba en un grupo y ella quiso asistir a aquel concierto. Pero estuvo muy lejos de ser la "Dancing Queen". Lo justificó en silencio, mintiéndose a sí misma, diciéndose que era su noche y que, aquello, era solo producto del momento; que, después, en la intimidad, él le diría todas aquellas cosas que guardaba en su teléfono y que, aquella noche, leía de tanto en tanto para recordarse que hacía allí en dónde el aire le sabía a cianuro. Lo cierto es que se sintió terriblemente sola, en una esquina, observando como el mundo giraba de espaldas a ella. Como él reía con sus amigos sin apenas dirigirle una sonrisa. La cerveza no aliviaba la tristeza. Ella también sonreía, pero al vacío de la nada, sin motivo que sostuviese aquella fingida inflexión de los labios. Le dedicó una canción, pero se la había pedido, así que jamás supo si era obligación o devoción. Mientras escuchaba crujir su corazón, agrietándose cada pesado segundo de aquella interminable noche. Se sentó, sola. Mirando a su alrededor. Sin saber muy bien que hacía allí. Sin poder ir a otro lugar. Salió a la puerta. El ni siquiera notó su ausencia. Llamó a un amigo. Necesitaba escuchar una voz conocida, sentir el cariño de alguien, en aquellos oídos ateridos de frío. Lloró. Solo la noche y su amigo fueron testigos de aquella injustificada tristeza. Lloró más. Colgó el teléfono. Borró el rastro salado de sus mejillas con la manga de su cazadora. Volvió a ponerse aquella máscara de alegría, antes de entrar de nuevo al Pub de la mala suerte, en el que él cantaba rock y ella ahogaba su tristeza en un vaso de cerveza caliente.
Tercera bofetada. Por fin, él y ella cara a cara, en un nudo de dos cuerpos desnudos bajo las sábanas. Jugando a amarse. Violentando la calma. Resurgiendo mariposas entre sus dedos, acariciándo con sus alas la espalda desnuda de aquel hombre. Todo era casi perfecto hasta que... Morpheo la traicionó y él cayó dormido, momentos después de iniciarse aquella batalla cuerpo a cuerpo. No dijo nada. Se recostó, de espaldas a él, agazapada como en el vientre de una madre, buscando un lugar seguro ante la temible caída por el precipició del borde del colchón. Volvió a llorar en aquella Soledad acompañada. Empapó las sábanas con lágrimas. No le importó. Se habrían secado antes del amanecer y él no lo sabría nunca.
También se hizo onírica realidad el momento de vuelta en aquel tren. Ya no lloraba. Sostenía una copa de vino mientras maldecía la realidad. Mirando como el paisaje se emborronaba reflejado en sus ojos tristes. Nunca debió de ir, así se hubiera ahorrado aquella vuelta cargada de musas y servilletas emborronadas con frases inconexas. Aquello dolería durante bastante tiempo. Se conocía, era un hecho. ¿Cómo borrar ahora las huellas de lo que ella sentía?
En ese punto se despertó, con esa pregunta aún latiendo en su red neuronal y esa sonrisa cínica. ¡Cuántas veces se había equivocado!
Cogió papel y lápiz y comenzó aquel encabezamiento dirigido a él. Quería herir el papel con las cicatrices que tanto le había conseguido cerrar. Quería explicarle que, una vez, sintió algo parecido al amor. Que lo perdonó. Que luego volvió a quererlo otra vez, de otro modo, pero con igual intensidad... Quería decirle tantas cosas que arrugó el papel con saña, arrojándolo a la papelera. El no había querido saber como se sentía. Así que el silencio le pareció mejor opción que aquella carta sin acabar.
Volvió a sonreír, con menos cinismo, con más ironía. Es curioso como el indómito mundo de los sueños es capaz de hacerte revivir recuerdos sumergidos en el lodo más intenso.
Comenzaba un nuevo día con los primeros rayos de sol. Sonrió, por fin, de verdad. Aunque sin compartirlo con él.
martes, 12 de mayo de 2015
Somos Cultura. No mercenarios.
Me adhiero al Manifiesto publicado por Visual Dreams:
#SomosCultura. No Mercenarios. Para los grandes, medianos, pequeños, profesionales, aficionados, por placer, por vocación, por profesión... El que lee, el que asiste a los teatros, el que va a los conciertos... Los actores, técnicos de todas las artes, escultores, escritores, músicos, cantantes, artesanos... Los que "malviven de ella" y no se rinden, los que lo hacen "por amor al arte", los que la defienden, los que no la pisotean, los que la difunden, los que la consumen... Todos ellos (en los que nos incluímos), somos cultura. No somos un arma política, no somos meretrices en venta al mejor postor. Somos soñadores, valientes (si pretendemos vivir de ella), protectores de lo más valioso que poseé el ser humano. No somos carne "de elecciones". No queremos promesas. No queremos tener que mendigar un escenario. No queremos tener que "auto-editarnos" las novelas. No queremos una cultura "al servicio del Rey", no somos corsarios. No somos enemigos aunque traten de enemistarnos. Somos personas, con diferentes ideas políticas, con diferentes modos de hacer las cosas, con diferentes pasiones... Pero con un mismo punto en comun "Defendemos una cultura de calidad y accesible, no politizada". Si tu eres también cultura, si te identificas con este manifiesto... ¡Comparteló!, Eleva la voz, da un paso al frente. Grita por lo que te corresponde. Da igual si vives de ello o no, o si la consumes. Bajo el hastag #SomosCultura, difunde este manifiesto. Llenemos todas las redes sociales. Para que nadie, nunca, jamás, se considere un "ciudadano de tercera" por crear, interpretar, hacer sentir... Sin la cultura no somos nada. Es tu derecho tenerla y tu deber defenderla. Adhiérete a este manifiesto.
#SomosCultura. No Mercenarios. Para los grandes, medianos, pequeños, profesionales, aficionados, por placer, por vocación, por profesión... El que lee, el que asiste a los teatros, el que va a los conciertos... Los actores, técnicos de todas las artes, escultores, escritores, músicos, cantantes, artesanos... Los que "malviven de ella" y no se rinden, los que lo hacen "por amor al arte", los que la defienden, los que no la pisotean, los que la difunden, los que la consumen... Todos ellos (en los que nos incluímos), somos cultura. No somos un arma política, no somos meretrices en venta al mejor postor. Somos soñadores, valientes (si pretendemos vivir de ella), protectores de lo más valioso que poseé el ser humano. No somos carne "de elecciones". No queremos promesas. No queremos tener que mendigar un escenario. No queremos tener que "auto-editarnos" las novelas. No queremos una cultura "al servicio del Rey", no somos corsarios. No somos enemigos aunque traten de enemistarnos. Somos personas, con diferentes ideas políticas, con diferentes modos de hacer las cosas, con diferentes pasiones... Pero con un mismo punto en comun "Defendemos una cultura de calidad y accesible, no politizada". Si tu eres también cultura, si te identificas con este manifiesto... ¡Comparteló!, Eleva la voz, da un paso al frente. Grita por lo que te corresponde. Da igual si vives de ello o no, o si la consumes. Bajo el hastag #SomosCultura, difunde este manifiesto. Llenemos todas las redes sociales. Para que nadie, nunca, jamás, se considere un "ciudadano de tercera" por crear, interpretar, hacer sentir... Sin la cultura no somos nada. Es tu derecho tenerla y tu deber defenderla. Adhiérete a este manifiesto.
viernes, 1 de mayo de 2015
Diario de un Angel Negro
1 de Mayo del 2015
¿Cuántos personas hay que perder para quedarse sin alma? Yo las perdí todas, menos una. Conservo el alma pero vacía en esencia.
Recuerdo haber sido un Fénix que se alzaba, envuelto en vigorosas llamas, cada vez que era reducido a cenizas. Hasta que me agoté. Hasta que me consumieron. Hasta que me lo arrancaron todo, excepto ese alma carente de esencia y compasión.
Me lamenté. Rodaron lágrimas, primero sal y luego de sangre, hasta que se secó el manantial de la falsa culpabilidad por la pérdida. Hice de todo, lo que me dictó el corazón, pero nunca fue suficiente. O me laceraba el egoísmo o era utilizada por los hedonistas. O trataban de manipularme o me absorvían la energía, para luego dejarme en el estanque de arenas movedizas. Los amigos se quitaron sus pieles de cordero y rugieron cual lobos. Otros, simplemente, se fueron. Eligieron otras opciones más beneficiosas para su interés, más dañinas para mi corazón. Pero la culpa siempre fue mía, en el fondo, fui conocedora de la realidad que no me quise creer. No les culpo a ellos, me culpo yo por haberlo permitido.
El terremoto fue tan fuerte que demolió todos los cimientos de las creencias forjadas durante años, de las mentiras que me inventé, justificando lo que no tenía justificación, solo para que mi realidad fuera más amable. No funcionó. Seguían cayendo cascotes.
Pedí ayuda para contener la ruptura total de lo que un día fui, pero solo recibí, de vuelta, el sordo eco de mi propia voz rompiendo el ruidoso silencio. Se cayó la venda de los ojos. Vi la Verdad desnuda. Sin máscaras. Sin muros. Sin mentiras. Y fue aterrador.
Una vez elegí ser un Fénix y casi me consumen las llamas para siempre. Hasta perder a la última persona. Eleve los brazos y, de las sangrantes grietas de mi espalda fruto de la traición repetida, se elevaron dos poderosas alas negras. "¿¿Esto era lo que queríais?? Pues en esto me habéis convertido", bramé contra la tempestad.
Ahora desfilo entre las sombras, sin ocultar esa oscura parte de mi que siempre existió, habiendo asesinado a dentelladas a la parte que permitió que pasara de Fénix a Angel Negro. Os lo agradezco, a partir de ahora, se hará, por fin, Justicia.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)