Así llegó como una inesperada ola que puso del revés todo su mundo. Jamás había conocido a nadie como él, aunque fuese imposible. Una tempestad de escalofríos y endorfinas que se apoderó de su sangre. Unos hábiles dedos que tocaron el centro de su corazón y su cerebro. No había una sola neurona en ella que no tuviese un pulso eléctrico dedicado a él.
Así llegó una tarde a mediados de Mayo. Por pura causalidad... Demasiado contenido para unas desangeladas líneas que nunca conseguirían describir como se sintió. La ola se la había tragado a profundidades inexploradas, desde el mismo momento en que se vio reflejada en aquellos ojos color marino. Cuando aquella sonrisa le provocaba una eterna carcajada. Después, se fue. En silencio. Aunque nunca llegó a irse del todo, como una ola.
Pasaron muchas lluvias y primaveras y olas más pequeñas y menos intensas y el sol y la tormenta... Y el tiempo se volvió lento sin él.
Hasta que, de nuevo, llegó. Años después. En el momento más oportuno. Como una ola que volvió, de nuevo, todo su mundo del revés. Y los segundos se aceleraron y lo que parecían minutos, se convrtían en largas horas. Y las endorfinas a flor de piel coloreaban su demacrada realidad. Y era feliz, sin olvidar que, al fin y al cabo, era una ola gigantesca y como toda ola, algún día, se iría dejando un inmenso vacío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario