Blog sobre Literatura, Guion y novedades de la escritora Eloisa Lua (pseudónimo)
sábado, 22 de julio de 2017
El problema
El problema no fue el melodrama, la musa, el artificio que embellece lo mundano. No fue decir que "se arrancó el corazón, aún pulsátil, y eligió las alas negras frente a los monstruos que poblaban las paredes en las que ya no se reflejaba ni su sombra". No fue elegir o resurgir de las cenizas, ya muerto el Fénix, como el Angel Negro que sobrevuela la ciudad. Fue mucho más sencillo y, al tiempo, corrosivo.
El problema fue que desaprendieron lo aprendido. Y consiguiron convertir un metro escaso en un distancia insondable, separados por un abismo. Ella incendió los libros de poemas que le había escrito y él lanzó al mar las ganas. Ya no sumaban dos, y uno más uno arrojaba, cada vez, un resultado distinto. Fue mucho más sencillo, porque le habría perdonado casi todo. Todo. Por tres. Por cien. Por infinito menos uno. Como un escorpión acosado por un incendio. Si hizo algo mal, que lo hizo, pagó un precio demasiado alto. Fue lo injusto del después.
El problema no es que el tiempo pasase impío, lleno de promesas vanas de un pasado que olvidar. No fueron las lágrimas sobre la almohada sin hombro en el que poyarse. No fueron las horas mirando por la ventana, esperando que él se marchase en cualquier momento. No fue el miedo, ni el invierno, ni el silencio. No fue que mantuviese la esperanza, herida de muerte, agonizante... Pero la mantuviese. Fue más cotidiano. Fue que se cansó de las palabras que contradecían hechos, y de hechos que hablaban más que las palabras.
El problema no fue elegir arrojar contra la pared el reloj de arena o parar las manecillas del tiempo, en espera de un faro que se encendiese. No fue que por mirar ese punto negro, ansiando su brillo, se le olvidasen el resto de faros que seguían ahí, ante su ceguera. Ni siquiera fue la desidia desesperante de callarse que el tiempo es un regalo demasiado preciado, como para pedirlo con la boca pequeña. Que no se recupera. Que no sabemos cuando es el último segundo. No fue que prometiera esperar sin saber si podría cumplir esa palabra. Porque esperó. Fue mucho más ladino, fue darse cuenta de que todo era relativo menos los segundos, y que ella nunca fue prioridad por mucho que sus labios dijesen. El problema no fue creerle a él, sino dejar de escucharse a sí misma.
El problema no fueron los Dragones, ni las Mazmorras, ni las Brujas buenas pero brujas. No fueron las fuerzas que trataron de derribarla. No fue su claudicación. Su extinción. Su pérdida... La suya, porque se perdió a ella misma. El problema no era la razón y sus matices, sino que deseaba, a lágrima podrida, que la rescatase del naufragio, del que él también había removido aguas, y encontró otras manos. El problema no fue hundirse y ahogarse. Sino que estuvieron los de siempre. Menos él.
El problema no es que la deslealtad esté en desuso, que la traición pueble las aceras, que todo Doctor Jekill encierra un Mister Hide. No fue ver su peor lado. El que nunca había visto. No fue que llegara aterrarle a veces. No fueron los vómitos, ni lo que se dijeron, o se dejaron de hacer. No fue el miedo acechando en cada esquina. No fue aquella sonrisa que maquillaba cada día. No eran sus alas negras. Fue mucho más corriente, fue que no dudó en sacrificarla en el momento en el que tuvo algo que ganar, sin ver lo que podía perder.
El problema no fue que lo esperara hasta declararse la guerra a ella misma. Es que él nunca volvió.
Fue todo más elemental. La vida es una continúa elección y ella, por no volverse a perder, eligió no volverle a elegir.
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