Este post debería empezar como lo dejé de escribir hace 10 años, con el título: "Puntos finales, apartes y suspensivos...". Y aunque nunca he dejado de hacer esa tradición de "cerrar etapas, cambios y reestructuraciones", no haré el listado de lo qué o quién queda atrás, permanece en mi vida, o lo que, aún permaneciendo, es cambiado de lugar.
Ha sido una montaña rusa emocional de principio a fin, hasta tener la sesación de haber vivido una década en un solo año. Pero no quiero recordar las bajadas, las caídas, los traspiés, las pérdidas... Y, si en este recuento de "hitos históricos" de mi vida, hay algo malo escrito para la posteridad, será sólo porque, gracias a eso, saqué las más importantes "lecciones de vida que te tenido nunca". Así pues, empecemos a hacer memoria:
- Enero: Aún con la miel en los labios de una nochebuena que duró tres días y una nochevieja que se esfumó en un instante. Saqué mi PRIMERA MATRÍCULA DE HONOR. Y fue tan inmensa la alegría que se me olvidó que no sabía si eso valía para algo. Me costó tanto llegar a la Universidad que esa primera nota fue la que mejor supo de todas (luego vinieron más, teniendo el expediente con sobresalientes y matrículas). Hacíamos poco más de dos años de Visual Dreams, el sueño que inicié que nunca fue solo mío, pues yo lo quise compartir con una de las personas que más quería y seguí por el "camino de baldosas amarillas", acompañada de mis Gladiadores/as y guerreros/as, rumbo a Ciudad Esmeralda en dónde se encuentran "mis sueños hechos realidad".
- Febrero: Para ser un mes corto, para mí, se convirtió en el más largo del año (y, a lo mejor, de mi vida). Sucedió algo horrible (en lo que no cabe exageración posible) en lo que no me voy a recrear en los detalles. Fuí operada "a vida o muerte". Recuerdo mi último pensamiento y quién lo llenó cuando pensaba que ya no lo contaría, que ahí acababa todo... Pero, la vida me sonrió dándome el regalo de despertar. Fue tan terrible que no hay palabras que lo descibran... Pero saqué muchas lecciones de vida. Quién estuvo y quien dejó de estar. La falsa seguridad que tenemos de que TODOS vamos a estar aquí al segundo siguiente... ¿Cuántos te quiero se habrán perdido por pensar "la llamaré mañana"?... 37 puntos, de arriba a abajo de la barriga, 37 motivos que me recuerdan lo maravilloso que es estar y sentirse vivos. 37 razones para seguir el camino a mis sueños. 37 puntos y mi primer complejo. 2 meses de reposo absoluto sin coger nada de peso y otros dos para volver a la vida normal (fueron 3 sin coger peso y 3 más para volver a un ritmo algo por debajo de lo normal). Pero había algo que se tambaleaba, algo que ni quería, ni estaba dispuesta a perder... Este año debutaba como billarista en el Nacional Femenino de Billar a 3 Bandas, faltaban 3 semanas y yo con mis dos meses de reposo. Al salir del Hospital, llorando, llamé a mi entrenador (el cual, había estado, estes de todo esto, "algo decepcionado" porque no había entrenado lo suficiente) y le pedí que me inscribieran porque "ya me habían quitado muchas cosas, ya había perdido mucho y no estaba dispuesta a perder eso también". ¿Imprudencia? Quizá, pero nadie sabe cuanto deseaba aquel momento que tantas veces había soñado. Recordaré siempre las palabras de mi entrenador: "Date por inscrita y lo único que esperamos de ti es que de verdad disfrutes de la experiencia". Y yo, competitiva por naturaleza que sale a ganar aunque pierda, iba a ir para quedar la última y ver, por fin, que se sentía.
- Marzo: (Mes maravilloso que quedará siempre) Me visitó "mi Primer Paladín", mi campeón de Bola 8, recuerdo cada momento, cada conversación, cada risa, cada instante. Luego, se fue con la promesa de volver. Y a medidos-finales de mes... EL CAMPEONATO NACIONAL FEMENINO DE BILLAR A 3 BANDAS. No fue como lo había soñado, faltaba alguien importante en la grada, pero estaban otras muchas personas importantes para mi, una de ellas, mi madre: A LA QUE QUIERO TANTO QUE CASI NUNCA SE LO DIGO. Cuando entré en el Centro de Alto Rendimiento de Los Narejos (sede del campeonato), miré alrededor y luego a ella y le dije: "Así que esto es el Campeonato Nacional". Me acababan de quitar todos los puntos, no podía estirarme, me fatigaba con nada, pero yo iba a jugar... Con cuidado, pero iba a hacerlo. Y, para mi propia sorpresa, no quedé última, sino 9ª. Recuerdo el apretón de mi entrenador cuando me dio la placa. Jamás olvidaré aquellos mágicos días, gracias a los que me acompañasteis y compartistéis tanta felicidad conmigo.
- Abril: Visual Dreams, después de crecer y evolucionar, comienza a verse su preciosa transformación a VDreams Eventos. El camino de baldosas amarillas continúa con mi ejército leal acompañándome en el camino. Se graba el primer SPOT PUBLICITARIO de VDREAMS EVENTOS: "RESUELVE EL MISTERIO".
- Mayo: Mi Primer Paladín vuelve a grabar el Aniversario de la Dramatización Histórica que realizábamos en el Palacio de Casa Tilly y que llevaba por título "Traición al Marqués de Camachos". Un año de funciones completas. Un año de poder cumplir un pequeño sueño: escribir para la gente. Un año de aplausos: Gracias SEÑORA MARQUESA de esta pobre Ama de Llaves por tantos buenos y felices momentos. Ese día, decidí suspender las funciones por motivos que no vienen al caso en este post (y con tres funciones llenas más). Minutos de público en pie con aplausos y ovaciones, cinco saludos y lágrimas en nuestros ojos pues nosotras sabíamos que era la última, pero ellos aún no. Gracias Primer Paladin por el precioso reportaje fotográfico, gracias por las palabras que me susurraste en la puerta, fundidos en un abrazo, y que nunca olvidaré: "Has conseguido que me gusté algo de teatro. Enhorabuena" (espero que tú tampoco olvides eso nunca). Se graba el segundo spot publicitario de VDreams: "Teatralizamos la Historia". Mi primer Paladín me lleva a la que será mi segunda mejor nota del curso un 10 en todas las prácticas y en el examen, y a otro examen más. Un bonito día para recordar también.
- Junio: Gran enseñanza vital - para algunos eres la mejor persona si pueden sacar algo de ti y la peor si no dejas que saquen nada de ti: piden sinceridad los que más cuchillos espalderos tiran. Observa más y confía menos-. Llego a las mismas puertas de Ciudad Esmeralda, falta mucho camino aún, muchas batallas, derrotas y victorias... Pero no puedo cruzar el foso porque falta "el más importante": mi Primer Paladín. Así que detengo mi caballo, enfundo mi espada y mi ejército espera conmigo.
- Julio: Por fin llega aquel a quien tanto eché de menos. Aquel que me rescató del naufragio tantas veces, aquel faro que nunca iba a apagarse. Por fin parte del sueño cumplido: Ha llegado mi mejor amigo. Un recital de poesía impregnado en la magia templaria. Pieles que se erizan con mi voz. Conocerme mejor, probar mis límites. Pero nada más que mencionar.
- Agosto: 30 días para olvidar y solo uno para el recuerdo. Otro hito histórico: Consigo mi primer diagnóstico definitivo después de 18 años de lucha. Al final, ni era tan exagerada, ni estaba tan loca. Al final, simplemente, yo llevaba razón.
- Septiembre: 30 días para olvidar y uno para el recuerdo eterno. Otro hito histórico... Algo que siquiera alcancé a soñar: Me llega la carta de concesión de un premio "Medalla de Oro a la Excelencia profesional". Enseñanza vital: Que jamás nada ni nadie te impida disfrutar intensamente de tus triunfos, más aún si son por méritos propios.
- Octubre: Conozco gente extraordinaria que comienza a devolverme la fe en que sí que todo merece la pena (las bajadas también). Una persona a la que quiero mucho desaparece y yo me prometo que removere el mismísimo Infierno para encontrarle... Y lo encontraron. Tres días después... El Palace, una llegada en taxi, me abren la puerta, una alfombra roja, un traje de gala rojo, mi pelo rojo... Añoro a los que faltan, pero están conmigo, están en mi mente y en mi corazón todo el tiempo... Una cena de gala protocolaria... Un premio: Una réplica en oro de un doblón de los reyes católicos. Y después... A celebrarlo con Caronte: Mi mejor amigo, el que estuvo siempre, sin condición, a cambio de nada, el que lo dio todo... Mi barquero.
- Noviembre: Mes de cambios. Todo se sacude, todo se mueve. La venda cae. La realidad se muestra. Cambios y mas cambios. Comienzo a ser quien soy y menos quien era. Y caen los castillos de arena. Y las alas se rompen. Y se buscan alas nuevas y sueños nuevos y esperanzas nuevas.
- Diciembre: Y cae la promesa de cuatro sueños más que aún no puedo desvelar... Se acercan más cambios y ahora sí puedo decir que sé que lo mejor está por llegar.
Pero viejo amigo 2016, ¡¡Que grande has sido!!
Blog sobre Literatura, Guion y novedades de la escritora Eloisa Lua (pseudónimo)
jueves, 22 de diciembre de 2016
martes, 18 de octubre de 2016
Palabras de Luto
“Si todos los caminos llevan a Roma… ¿Como se sale de
Roma?”… Así comenzaba el audio que le pasó, poco tiempo atrás, porque le
recordaba a él en cada palabra.
Resumir su historia era imposible. Describir la
naturaleza o intensidad de aquel amor que se tenían era imposible. Entender aquella
relación, alejada del romanticismo pero plagada de matices, era imposible… Así
que le llamaron Amistad.
Ella hubiera bajado y puesto la luna a sus pies. Se hubiera
enfrentado sola al mas poderoso ejército solo para protegerle e, incluso, se
habría echado a los pies de los caballos si con eso le salvaba.
Llevaba ya tiempo haciéndose aquella lacerante pregunta: ¿Realmente
se habrá parado a valorar lo que podría perder?. El tiempo es poderoso aliado
cuando juega a tu favor, pero ni cura todas las heridas ni repara los corazones
rotos. A veces, las cosas, hay que lucharlas. A veces, hay que saber ceder y
hablar y poner boca arriba las cartas del ricón más escondido del alma, porque tan peligroso es jugar
de farol como ir a ciegas. Y él estaba ya muy lejos de ella, a medio metro,
pero terriblemente lejos. Y su alma se retorcía por dentro como se consume en
la frustración el náufrago que no ve una sola gaviota.
Esperó. Espero más. Hizo acopio de toda su paciencia. Pero
todo caía. Los escombros taparon el sol. Ella moría. Poco a poco. Lenta e
insustancialmente. Delante de la mirada impasible de él. Su procesión iría por
dentro, seguro, pero ella ya desconocía hasta eso.
Aquel día inspiró profundamente… habían superado tantas
cosas… intentó algo más… y ahí estaban, aquellas palabras que se tornaron
cicuta. Hubiera jurado que, por momentos, se le había parado el corazón.
Buscó y buscó, mientras el aún hablaba y entonces encontró
aquella urna funeraria que encerraban los restos de lo que ya ni vibraba ni
latía.
El seguía hablando. Ella lloró la muerte sin que un solo indicio
de aquel desgarrador llanto se filtrase a través de la línea fría del teléfono. El
entierro duró hasta que acabo aquella llamada.
Ella le habló de aquella súbita muerte. El debía de saberlo. Nunca contestó.
Parecían hechas de aire y supieron a cristales rotos. Eran
mucho mas que palabras.
viernes, 13 de mayo de 2016
CICATRIZ DE GUERRA
Forografía: Rubén Fabeiro Media Visual - Modelo: Cristina Martínez |
CICATRIZ DE
GUERRA
Vivimos en un mundo que me dice qué es bonito y qué es feo,
quien triunfa y quien es absorbido por la densa oscuridad del ostracismo. Un
siglo tan falto de genios y gente que los siga… Que lloren y rían con la Nela
de Galdós, que sufran por el incurable amor de Cyrano, y se derritan con la
España de Alberti.
Me han enseñado que tengo que usar una talla 36 con un
abundante busto, a ser posible de ojos claros o, en su defecto, grandes. Que la
imagen del primer vistazo es mucho más importante que tu inteligencia o tu
bondad. Veo a madres, a niñas, a amigas mías… sufriendo de verdad, con dietas
imposibles y defectos de un cuerpo imperfecto por naturaleza. Y ahora, los
hombres también… algunos de ellos y ellas, en hospitales con enfermedades tan
graves como anorexia o bulimia… y sentía una profunda rabia… hacia aquellos que
permiten y juzgan en base a este canon de belleza y que son capaces de ignorar
a aquella persona que no los cumple o no se esfuerza por ellos, o aun peor, se
mofan y atacan con insultos tan bajos como “gorda o fea”.
Un día, cuando celebraba la vida a manos llenas… la vi
por primera vez. Estaba allí, cruzando mi vientre desde la boca del estómago
hasta el apéndice. Rosada oscura. Con sus 37 puntos, uno por cada primavera que
he visto, con su parte final hundida por culpa de un punto mal dado… y sentí
vergüenza. “Ningún hombre querrá estar ya conmigo, da asco”, me sorprendí
contándole en voz baja a la del espejo. Había nacido mi primer complejo. Sin
darme cuenta, todo lo que no me había minado, ni importado antes… ni los kilos
de más, ni los de menos… lo conseguía una cicatriz.
En mi rabia hallé la respuesta.
Le pedí a mi mejor amigo que me hiciera una foto porque
iba a subirla a las redes sociales, junto con una dedicatoria, para aquellos
que vayan a juzgar mi vientre o quien soy, por una marca… así que…. En donde tú
ves una cicatriz…
Yo veo una herida de guerra hecha en la arena del ludus
más terrible. Con un Gladio medio desgastado y a punto de dejarme allí la
sangre y el sudor, y la propia vida.
En donde tú tuerces la boca con un leve gesto de asco,
yo veo un gran camino por recorrer, directo a los sueños que quedaron en
suspenso cuando creí que la vida se me iba. Un camino plagado de retos, de
curvas, sinuoso a veces, otras con grandes avenidas… Un camino compartido con
esos amigos que se han quedado cuando todos los demás se habían ido. Un camino
para disfrutarlo cada día.
Dónde tú ves una cicatriz, yo veo 37 motivos para ser
feliz a manos llenas, pues no tengo mayor prueba de vida y resistencia que la
cicatriz que tú prefieres que tape.
No estoy en tu canon de belleza, porque es imposible
estarlo y nunca entré en el círculo de crear muñecas de plástico a toda costa.
Una cicatriz que me recuerda lo absolutamente maravilloso que es vivir, porque
es símbolo y estandarte de la vida que estuve a punto de perder y a la que,
ahora, me aferro con más fuerza que antes, sin dejarme en el tintero algo por
decir y, mucho menos, un te quiero o un te he echado de menos. Una cicatriz que
me recuerda a esas cervezas pendientes de beber y las carcajadas que las
acompañan.
En donde tú ves una cicatriz, mi mejor amigo, vio una
imagen que captar porque la belleza siempre está en los ojos de quien la mira.
Porque belleza hay hasta en la cosa más nimia, pero hay demasiados ciegos que
no quieren ver, y muchos invidentes que darían, cualquier cosa, por ver mi
cicatriz.
En cada pliegue de mi cicatriz hay un sueño por
cumplir, un lugar que visitar, una espada levantada, un escudo reparado, una
legión de amigos que me recuerda cada día que sigo viva, una esperanza, un
miedo superado, una lucha para la que nadie puede estar preparado, una historia
que forja quien soy… Tú ves una cicatriz y yo, en ti, veo un corazón de
plástico que chirría y hace ruido.
viernes, 15 de abril de 2016
Un café largo
El camarero
sentía curiosidad por aquella mujer que entraba cada mañana, a la misma hora,
desde hacía ciento treinta días. Se sentaba en el mismo taburete, en medio de
la barra, apoyando su bolso sobre el asiento de al lado. Con voz queda pedía un
café con leche. Se lo bebía a sorbos cortos, mientras permanecía con la vista
perdida en algún punto del vacío infinito de la taza, como perdiéndose en la
espuma. De tanto en tanto, de soslayo, miraba hacia la puerta.
El camarero
observaba que, alguna vez cuando el bar se llenaba, algún cliente le preguntaba
por el bolso sobre el asiento de al lado. Ella, mirando siempre a los ojos,
pero con la voz atrapada en el pecho respondía tajante: “Está ocupado” y volvía
a aquel abismo insondable de las profundidades de su pensamiento que solo ella
conocía. Terminaba su café. Dejaba sobre la barra el dinero justo. Recogía el
bolso. Se despedía de modo alegre, aunque un poco forzado y se iba. Y así día
tras día, aquella extraña rutina.
La mañana
ciento treinta y uno, algo cambió:
- Un café largo y solo, por favor.-
Pidió la mujer con suave.
- ¿Cómo?.- Preguntó el camarero
sorprendido por aquella variación.
- Largo y solo… Como mi espera.-
Explicó ella.
El camarero,
con sorpresa y aún más curiosidad, se lo sirvió, aunque no se atrevió a hacerle
ninguna pregunta. Se lo bebió y se marchó.
Aquella fue
la última mañana que ella pisó aquel bar.
sábado, 26 de marzo de 2016
Llovía. No llevaba paraguas.
Llovía. Una de esas lluvias de finas gotas que calan hasta los huesos. Ella cargada de bolsas y sin paraguas, sorteando peatones que sí los llevaban.
Un mechón rebelde y mojado le hizo girar la cabeza. Y, sin poder esquivarla, una gran mordedura en el centro de su prisa.
Su sonrisa eterna se desdibujó en una delgada línea recta y sus ojos, puras llamas, tomaron aquel tono plomizo de cielo.
Estaba allí, sin haberlo querido ni bsucado, frente al bar donde todo empezó. Imposible no recordar.
Recordaba que fue el primer gran detalle que había tenido con ella, el día en que él sacrificó el tiempo que no tenía... Y ahora que lo pensaba un instante, no sabía si también había sido el último.
Recordaba aquella mesa de billar en donde perdió por un intento de ganar mucho más, mientras aquellos rizo negros caían sobre la frente de él y su mirada, misteriosa y penetrante, hizo le hizo diana en el centro del alma.
La mano de él, fingiendo descuido, recorrió la frontera de su cintura pero sin visado. Ella le regaló una de aquellas sonrisas sinceras y algo nerviosa. Había magia, de eso estaba segura. Al menos, la hubo aquella noche.
Acabaron en el coche de él, comiéndose a besos como dos adolescentes en plena esfervescencia hormonal y, en cada uno de ellos, ella recuperaba la fe y él agradecía al destino.
Llovía. No llevaba paraguas e iba cargada de bolsas. Ya no recordaba la prisa.
Se sentó en el borde de un escaparate. Había cierta esperanza imposible de que, a él, le diera por pasar por allí en ese preciso instante.
Llovía y aquel bar en donde todo empezó, la transportó a lugares más oscuros. A aquel final sin punto y aparte. A aquella sala vacía de hospital. A sus dedos, siempre fríos, acariciando un surco de la sábana a falta de espalda que explorar. Aquella espera sin esperanza y aquella llamada que no sucedió. Aquella montaña de preguntas sin respuesta que la ahogaba en el mar de las dudas. A no saber si aquello era orgullo o falta de interés.
Llovía. No llevaba paraguas. Las bolsas pesaban.
Se levantó como alma en pena, con los bolsillos cargados de abrazos sin dar, de palabras convertidas en silencioso aliento. Caminó hasta aquella plaza y se paró frente a su casa. Recordó las veces que estuvieron juntos allí, y también todos los días que no estuvieron. Solo quería tener la certeza de que, aunque pasado, no fue tiempo perdido. Solo quería mirar a aquellos ojos castaños, bajo los rizos negros, y comprobar si seguían prendiendo llama. Solo quería apagar sus dudas y poder dormir tranquila.
Llovía. Estaba empapada y no llevaba parguas.
Sacó el teléfono de su bolsillo, sujentando las bolsas con la otra mano. Buscó su número como quien explora en pos del santo grial. Miró la pantalla del móvil con su nombre y su foto. Se le hizo un nudo en la garganta.
Unos niños que corrían, no hubiera podido jurar si lloraba o era la lluvia.
Suspiró. Guardó el teléfono en el bolsillo contrario, mientras se decía: "muchacha estúpida, recoge tus preguntas, esa llamada le corresponde a él".
Y con los ojos plomizos, la sonrisa desdibujada, cargada de bolsas, empada de lluvia, con un saco de dudas por resolver y unos ojos a los que no poder mirar, se fue alejando por aquella calle, manteniendo la esperanza perdida de que el azar, el destino o su llamada les cruzase algún día.
Un mechón rebelde y mojado le hizo girar la cabeza. Y, sin poder esquivarla, una gran mordedura en el centro de su prisa.
Su sonrisa eterna se desdibujó en una delgada línea recta y sus ojos, puras llamas, tomaron aquel tono plomizo de cielo.
Estaba allí, sin haberlo querido ni bsucado, frente al bar donde todo empezó. Imposible no recordar.
Recordaba que fue el primer gran detalle que había tenido con ella, el día en que él sacrificó el tiempo que no tenía... Y ahora que lo pensaba un instante, no sabía si también había sido el último.
Recordaba aquella mesa de billar en donde perdió por un intento de ganar mucho más, mientras aquellos rizo negros caían sobre la frente de él y su mirada, misteriosa y penetrante, hizo le hizo diana en el centro del alma.
La mano de él, fingiendo descuido, recorrió la frontera de su cintura pero sin visado. Ella le regaló una de aquellas sonrisas sinceras y algo nerviosa. Había magia, de eso estaba segura. Al menos, la hubo aquella noche.
Acabaron en el coche de él, comiéndose a besos como dos adolescentes en plena esfervescencia hormonal y, en cada uno de ellos, ella recuperaba la fe y él agradecía al destino.
Llovía. No llevaba paraguas e iba cargada de bolsas. Ya no recordaba la prisa.
Se sentó en el borde de un escaparate. Había cierta esperanza imposible de que, a él, le diera por pasar por allí en ese preciso instante.
Llovía y aquel bar en donde todo empezó, la transportó a lugares más oscuros. A aquel final sin punto y aparte. A aquella sala vacía de hospital. A sus dedos, siempre fríos, acariciando un surco de la sábana a falta de espalda que explorar. Aquella espera sin esperanza y aquella llamada que no sucedió. Aquella montaña de preguntas sin respuesta que la ahogaba en el mar de las dudas. A no saber si aquello era orgullo o falta de interés.
Llovía. No llevaba paraguas. Las bolsas pesaban.
Se levantó como alma en pena, con los bolsillos cargados de abrazos sin dar, de palabras convertidas en silencioso aliento. Caminó hasta aquella plaza y se paró frente a su casa. Recordó las veces que estuvieron juntos allí, y también todos los días que no estuvieron. Solo quería tener la certeza de que, aunque pasado, no fue tiempo perdido. Solo quería mirar a aquellos ojos castaños, bajo los rizos negros, y comprobar si seguían prendiendo llama. Solo quería apagar sus dudas y poder dormir tranquila.
Llovía. Estaba empapada y no llevaba parguas.
Sacó el teléfono de su bolsillo, sujentando las bolsas con la otra mano. Buscó su número como quien explora en pos del santo grial. Miró la pantalla del móvil con su nombre y su foto. Se le hizo un nudo en la garganta.
Unos niños que corrían, no hubiera podido jurar si lloraba o era la lluvia.
Suspiró. Guardó el teléfono en el bolsillo contrario, mientras se decía: "muchacha estúpida, recoge tus preguntas, esa llamada le corresponde a él".
Y con los ojos plomizos, la sonrisa desdibujada, cargada de bolsas, empada de lluvia, con un saco de dudas por resolver y unos ojos a los que no poder mirar, se fue alejando por aquella calle, manteniendo la esperanza perdida de que el azar, el destino o su llamada les cruzase algún día.
lunes, 29 de febrero de 2016
Convivir con una Enfermedad Rara
"Raras, pero no invisibles". "La rara es la enfermedad, no yo". "3 millones de afectados solo en España". Y podría seguir poniendo una lista inmensa de titulares.
Hoy, Día Internacional de las Enfermedades Raras (y año bisiesto), no podía pasar de escribir este post. Yo soy una de ellos. Yo tengo una Enfermedad Rara. Y no me avergüenza decirlo, ni contarlo, porque no somos invisibles, porque no deberíamos sufrir rechazo, ni debería nadie de juzgar si es realidad o invención (y ocurre, creedme, hay gente de tan baja calaña que es capaz de cuestionar hasta eso).
Podría contar mi testimonio y no se diferenciaría mucho de la gran mayoria de esos 3 millones.
Al principio no lo sabes, estás absolutamente desconcertado y vas al médico. Entonces comienza un absurdo e innecesario peregrinaje por salas de espera y hospitales (en tu comunidad, porque la Salud en España es como la de los Reinos de Taifas y unos tienen más suerte que otros... No es lo mismo nacer en Madrid o en Barcelona o en Sevilla, que en Murcia o Almería o Granada)... Los que conoces, los que te recomiendan, los que buscas... La Sanidad Pública se te queda pequeña y tienes que recurrir a la privada. En la mayoría de los casos, se gasta los ahorros de toda la familia, porque ya se sabe: "la salud es lo primero". Después pasas por un número demasiado alto de diagnósticos erróneos, sin pruebas médicas que los avalen, en la mayor parte de los casos. Si tienes dolores musculares o te cansas, lo más probable es que te diagnostiquen de Fibromialgia y Fatiga Crónica. Y, si no te conformas, el peregrinaje se vuelve más cruel y lleno de obstáculos en los que, lo peor ya no es la propia enfermedad, sino la incertidumbre... Ese monstruo que te come por dentro y te mueres de miedo, porque no hay enemigo más feroz que aquél que no se conoce. Y te sientes como "la patata caliente" a la que todos quieren quitarse de encima. Ir a Urgencias por cualquier cosa se convierte en una situación de riesgo, porque en la mayoría de Hospitales no hay médicos preparados para estos pacientes, por lo que, como sea muy complicada la cosa, prefieren no arriesgar, mandarte a casa y que hables con tu especialista (si lo tienes). Es una situación tan frustrante que solo es capaz de comprenderla el que la haya vivido. En el mejor de los casos, encuentras a alguien que le gusten los retos y aún no se haya corrompido por el sistema (en mi caso es una científica de Coruña) y decida ponerse a investigar, vamos, lo que viene siendo hacer su trabajo (el que no ha hecho el resto, pero al que sí pagaste). Y podría seguir, pero han pasado 12 años... Y, como he dicho, no se diferencia demasiado del testimonio de cualquiera. Lo que si hice, por mucho motivos, pero el principal fue que mi "macabra procesión" sirviese para algo, que no fuese en vano, que ayudara a otras personas a que su Calvario fuera más soportable, para que supiesen que al final del túnel hay luz, así que creé un grupo de pacientes en Facebook (en donde hay personas de todo el mundo) y un blog (que lleva tiempo inactivo por varios problemas).
Pero hoy no quiero hablar de mi, sino de ellos. ¿Sabéis que muchos no consiguen ni el reconocimuento del 33% de minusvalía solo porque el Real Decreto que lo regula es de 1984 y está abslutamente obsoleto (ese es mi caso también)? De esas personas que, como no pueden hacer las mismas cosas que el resto, son apartados por sus amigos que ya no les llaman para quedar y se sienten injustamente "una carga para los que les rodean". Aquellas personas que han aceptado su enfermedad (porque es el único modo de convivir con ella), pero sus familiares no y son tratados de "trastornados", "hipocondriacos", "Exagerados"... Es peligroso juzgar a las personas si no calzas sus mismos zapatos. Pero también esos millones de personas que aún están en la lucha de conseguir un diagnóstico, que parece no llegar nunca. No dejéis de caminar, siempre hacia adelante. No hay batalla sin lucha, ni victoria sin haber caído muchas veces.
Pero también quiero hacer un llamamiento a Instituciones Públicas y personal Sanitario, para que hagan auto crítica, para que dejen de vernos como un número o una estadística, porque somos personas con una larga historia detrás. Sin investigación, no hay futuro y ustedes dilapidan un dinero necesario en su propio interés. Que nunca les toque esta macabra lotería, porque entonces entenderán realmente la importncia y valor de las cosas.
¡Adelante, siempre adelante!. Diferentes batallas, pero una misma guerra.
Hoy, Día Internacional de las Enfermedades Raras (y año bisiesto), no podía pasar de escribir este post. Yo soy una de ellos. Yo tengo una Enfermedad Rara. Y no me avergüenza decirlo, ni contarlo, porque no somos invisibles, porque no deberíamos sufrir rechazo, ni debería nadie de juzgar si es realidad o invención (y ocurre, creedme, hay gente de tan baja calaña que es capaz de cuestionar hasta eso).
Podría contar mi testimonio y no se diferenciaría mucho de la gran mayoria de esos 3 millones.
Al principio no lo sabes, estás absolutamente desconcertado y vas al médico. Entonces comienza un absurdo e innecesario peregrinaje por salas de espera y hospitales (en tu comunidad, porque la Salud en España es como la de los Reinos de Taifas y unos tienen más suerte que otros... No es lo mismo nacer en Madrid o en Barcelona o en Sevilla, que en Murcia o Almería o Granada)... Los que conoces, los que te recomiendan, los que buscas... La Sanidad Pública se te queda pequeña y tienes que recurrir a la privada. En la mayoría de los casos, se gasta los ahorros de toda la familia, porque ya se sabe: "la salud es lo primero". Después pasas por un número demasiado alto de diagnósticos erróneos, sin pruebas médicas que los avalen, en la mayor parte de los casos. Si tienes dolores musculares o te cansas, lo más probable es que te diagnostiquen de Fibromialgia y Fatiga Crónica. Y, si no te conformas, el peregrinaje se vuelve más cruel y lleno de obstáculos en los que, lo peor ya no es la propia enfermedad, sino la incertidumbre... Ese monstruo que te come por dentro y te mueres de miedo, porque no hay enemigo más feroz que aquél que no se conoce. Y te sientes como "la patata caliente" a la que todos quieren quitarse de encima. Ir a Urgencias por cualquier cosa se convierte en una situación de riesgo, porque en la mayoría de Hospitales no hay médicos preparados para estos pacientes, por lo que, como sea muy complicada la cosa, prefieren no arriesgar, mandarte a casa y que hables con tu especialista (si lo tienes). Es una situación tan frustrante que solo es capaz de comprenderla el que la haya vivido. En el mejor de los casos, encuentras a alguien que le gusten los retos y aún no se haya corrompido por el sistema (en mi caso es una científica de Coruña) y decida ponerse a investigar, vamos, lo que viene siendo hacer su trabajo (el que no ha hecho el resto, pero al que sí pagaste). Y podría seguir, pero han pasado 12 años... Y, como he dicho, no se diferencia demasiado del testimonio de cualquiera. Lo que si hice, por mucho motivos, pero el principal fue que mi "macabra procesión" sirviese para algo, que no fuese en vano, que ayudara a otras personas a que su Calvario fuera más soportable, para que supiesen que al final del túnel hay luz, así que creé un grupo de pacientes en Facebook (en donde hay personas de todo el mundo) y un blog (que lleva tiempo inactivo por varios problemas).
Pero hoy no quiero hablar de mi, sino de ellos. ¿Sabéis que muchos no consiguen ni el reconocimuento del 33% de minusvalía solo porque el Real Decreto que lo regula es de 1984 y está abslutamente obsoleto (ese es mi caso también)? De esas personas que, como no pueden hacer las mismas cosas que el resto, son apartados por sus amigos que ya no les llaman para quedar y se sienten injustamente "una carga para los que les rodean". Aquellas personas que han aceptado su enfermedad (porque es el único modo de convivir con ella), pero sus familiares no y son tratados de "trastornados", "hipocondriacos", "Exagerados"... Es peligroso juzgar a las personas si no calzas sus mismos zapatos. Pero también esos millones de personas que aún están en la lucha de conseguir un diagnóstico, que parece no llegar nunca. No dejéis de caminar, siempre hacia adelante. No hay batalla sin lucha, ni victoria sin haber caído muchas veces.
Pero también quiero hacer un llamamiento a Instituciones Públicas y personal Sanitario, para que hagan auto crítica, para que dejen de vernos como un número o una estadística, porque somos personas con una larga historia detrás. Sin investigación, no hay futuro y ustedes dilapidan un dinero necesario en su propio interés. Que nunca les toque esta macabra lotería, porque entonces entenderán realmente la importncia y valor de las cosas.
¡Adelante, siempre adelante!. Diferentes batallas, pero una misma guerra.
Etiquetas:
Artículos,
De Interés,
Opinión,
Personal,
Testimonio
Ubicación:
Cartagena, Murcia, España
viernes, 26 de febrero de 2016
Carta a una Madre con Alzheimer
(Este texto inédito fue escrito exclusivamente para el evento "Versos para recordar" que organizó Visual Dreams a beneficio íntegro de AFAL Cartagena, en Diciembre de 2015, en Mister Witt café, como parte de su acción social. Tanto la autoría como los derechos de explotación pertenecen a Eloísa Lúa, y se ceden a cualquiera que quiera usarla para fines no comerciales)
¿Te acuerdas
como ayer caían esas finas gotas de lluvia sobre el gris asfalto, arañando los
adoquines, como queriendo devolverles el verde de antaño? ¿Recuerdas el
repiqueteo de las gotas sobre el cristal y el café caliente que tomamos juntas
y la sonrisa eterna que tenías en ese momento? ¿Recuerdas aquellos dos jóvenes
corriendo, saltando sobre los charcos, para llegar a la otra acera, sin lugar
seguro donde cobijarse? ¿Y a aquellos otros que, en loco desenfreno, sus almas
palpitaron bajo la amenaza de tormenta y se besaban como si el mundo fuera a
acabarse mañana?
La lluvia….
Como me gustaba la lluvia y verla sentada, a tu lado, junto al fuego, en las
cortas tardes de invierno, cuando era pequeña y el mundo parecía un lugar
amable, humano, sencillo… Cuando mi mayor problema era recordar que no te
gustaba nada que usara mi vena creativa en la pared blanca de mi habitación… O
que las “cosas estaban ahí, donde yo las había dejado” y esa cariñosa amenaza
de después diciendo “¡A qué voy yo y lo encuentro!”… Y lo encontrabas…
No, mamá. No
soy María. Soy Ángela, tu hija.
¿María?
María es tu hermana… Ella… Ella ya no está con nosotros.
¿Recuerdas
cuando, siendo yo una niña, me daban aquellas otitis que no había pastilla
alguna que me calmase el dolor y el llanto empapaba mi cara y los gemidos
contenidos escapaban de mi garganta en un quejido lastimero y frágil? Te
pasabas la noche entera despierta, acariciando mi pelo, escondiendo la
frustración que sufre quien no puede ayudar, curando con amor lo que no sabía
atajar la medicina. ¡Cómo olvidar aquellas noches!, No el llanto… Sino tu mano
sobre mi pelo…
¿Recuerdas
cuando me ayudabas con las manualidades? ¿O viajábamos juntas y me descubrías
paraísos perdidos en carreteras secundarias?... Estabas ahí. Siempre. Estás en
cada uno de mis recuerdos… Aunque no estés, estás. Y eso es tan bello… Habrá
millones de historias como la nuestra y todas serán la más especial del mundo…
Pero la nuestra, es solo nuestra. Tuya y mía.
¿Qué cuando
viene María?... Pronto mamá. Ya verás… Probablemente mañana.
Mañana… Vendrá mañana, que será otro día que no recuerdes lo de hoy…
Así tampoco
recordarás mi llanto de esta noche. El dolor, como espada al rojo que lacera y
se hunde en una carne podrida de luchar… El dolor de que no sepas ni quien soy,
con lo que hemos sido.
Maldito
seas… ¡Maldito! ¡Maldito! ¡Y mil veces maldito!...
Pero tu tranquila mamá, que ya recuerdo yo por ti, ya conservo yo todos esos
momentos que hemos pasado… Tranquila mamá… Si no recuerdas mi nombre, mis
labios lo repetirán una y otra vez, aunque no cale nunca, aunque no se quede,
aunque mañana vuelvas a confundirme con la Tía María… Tranquila mamá, porque no
tengo un solo recuerdo en el que no estés y como decía Benedetti “Porque te
quiero y porque no estás sola”.
¡Maldito
Alzheimer!... Malditas enfermedades quita-dignidades… Malditos males
ahoga-familias… Que los cielos perdonen mi rabia, porque mi corazón no puede…
No puede con el cinismo, ni la injusticia, con saber que podríamos tener la
cura para muchas enfermedades, pero “Poderoso Caballero es Don Dinero” y es
agotador vencer a Goliat. Es imposible vencerle con una sola piedra… Pero…¿
Imposible?… Si era yo la que decía que no había cosas imposibles, como mucho,
poco probables… A lo mejor con una sola piedra no, pero ¿y con la mía, más la
tuya, más aquella otra?... Las batallas se ganan afrentándolas, mirándolas cara
a cara, con esperanza y respeto, pero sin descanso y sin tregua… A lo mejor no
bastan todas nuestras piedras siquiera… Pero… ¿Y si llamamos a las demás
guerrillas, a las de ELA, Esclerosis múltiple, hidrocefalia, Espina bífida,
Enfemedades mitocondriales, Cáncer…? Porque son distintas batallas, pero la
guerra… Esa, sí que es la misma.
No lo
conseguiré para ti mamá… Pero nadie puede arrancarme la esperanza de
conseguirla para mis hijos o mis nietos.
A ti te ha
arrancado los recuerdos el Alzheimer, pero, con cada uno, ha creído mi
esperanza, mi fuerza y mi valor… Y los suyos también.
Juntos.
Hacia delante, siempre adelante… Lo conseguiremos.
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