martes, 16 de junio de 2015

Diario de un Angel Negro: Juegos de Azar

Recuerdo la primera vez que, con su trajín, nos juntó la vida... Aún no era un Ángel Negro que se escondía entre sombras en el valle de las telas de araña. Entonces era jóven y aún creía en la lealtad, la justicia, el amor, la amistad... Creía en muchas cosas, como creí en él.

¿Qué nos sucedió? Me reí a carcajada carnavalesca, mi cuerpo ardió en la hoguera que compartimos sin quemarnos. Hablamos de la vida, y del mundo, y de cosas que nos importaban, de proyectos futuros y viajes pasados. Y una mariposa nueva crecía a cada segundo en la boca del estómago. Traté de ignorarlas, pero fue imposible. Como imposible era aquel amor a medias, que duraría lo mismo que tardase yo en marcharme. Me sentía bien a su lado. Me encantaba aquel juego tan nuestro del "tira y afloja". Lo admiraba, por demasiadas cosas, aunque él nunca lo supo. Luego me fui.

De vez en cuando, el azar o el destino favorecían que apareciese fugazmente. Apenas unos instantes que nunca eran suficientes. La casualidad nos forzaba a seguir en contacto. Luego se iba. Sin más besos, sin más hogueras, sin más carcajadas.

Lustros pasaron sin que el azar, duende jugueton, sus hilos moviera. Apareció como una gigantesca ola, que todo lo barre sin destruirlo. Olvidé por unos instantes que era un Ángel Negro y ya nada quedaba del Fénix. Consiguió remover los rescoldos en el momentos más oportuno. Pude ser aquella que fui una vez, sin guerra ni destrucción. Lo necesitaba y él brilló por azar. Dio sentido a mi mundo en ruinas. Y volví a creer. Aquella vez venía para quedarse. Estaba segura.

Poco tardé en sentir el error de la equivocación. Y vinieron las mentiras piadosas, el deseo disfrazado de un "de verdad me importas", las conversaciones rutinarias sobre las hogueras en los pliegues de su cama, las promesas que jamás habría que cumplir. Y, por último, la traición.

Mis alas se desplegaron con más tristeza que furia. No sabía que me quedaran lágrimas. Me arrancó un trozo de corazón que se le deshizo, en cenizas, sobre su mano. Ya no había nada más que romper.

Me confundí con su llegada y dejó un vacío que tuve que llenar de sombras. Volví a mirar dentro de mi, con ese escorpión en dónde debería de haber un corazón. Que ingénua había sido. Cuanto tiempo mal invertido. Cuantos ideales vendidos por menos de nada. Cuantas mentiras e hipocresía. Cuanto dar para luego obtener un hondo silencio cargado de significado.

Volvió la sonrisa desdibujada a mi rostro. Tuve sed de venganza y pude forjarla. Pero no lo hice. Le perdoné la vida.

De nada.

lunes, 8 de junio de 2015

Así llegó

Así llegó como una inesperada ola que puso del revés todo su mundo. Jamás había conocido a nadie como él, aunque fuese imposible. Una tempestad de escalofríos y endorfinas que se apoderó de su sangre. Unos hábiles dedos que tocaron el centro de su corazón y su cerebro. No había una sola neurona en ella que no tuviese un pulso eléctrico dedicado a él.

Así llegó una tarde a mediados de Mayo. Por pura causalidad... Demasiado contenido para unas desangeladas líneas que nunca conseguirían describir como se sintió. La ola se la había tragado a profundidades inexploradas, desde el mismo momento en que se vio reflejada en aquellos ojos color marino. Cuando aquella sonrisa le provocaba una eterna carcajada. Después, se fue. En silencio. Aunque nunca llegó a irse del todo, como una ola.

Pasaron muchas lluvias y primaveras y olas más pequeñas y menos intensas y el sol y la tormenta... Y el tiempo se volvió lento sin él.

Hasta que, de nuevo, llegó. Años después. En el momento más oportuno. Como una ola que volvió, de nuevo, todo su mundo del revés. Y los segundos se aceleraron y lo que parecían minutos, se convrtían en largas horas. Y las endorfinas a flor de piel coloreaban su demacrada realidad. Y era feliz, sin olvidar que, al fin y al cabo, era una ola gigantesca y como toda ola, algún día, se iría dejando un inmenso vacío.

lunes, 1 de junio de 2015

Dirario de un Angel Negro: El cinismo

Camino entre las sombras más oscuras, de las que he hecho mi hábitat natural. Recogidas las alas negras, como parte de mi piel, me camuflo entre la multitud. Les observo. Aprendo las reglas del juego. Ellas me han enseñado que todo es una partida de ajedrez en donde conviene ser la Reina.
No esperéis nunca cinismo en mis palabras. Soy muchas cosas, pero no una cínica. El látigo de la verdad siempre fue mucho más cruento e impío.
Cometí muchos errores por tradiciones estúpidas que me hicieron creer que eran leyes a seguir ciegamente. Pero la confianza, la lealtad, el honor, el respeto, la sinceridad, la amistad, el amor, incluso el sexo... Todo está sobrevalorado. Y, al final, cualquiera, si tiene ocasión, te venderá por una bolsa de monedas de cobre. Cualquiera. Nadie se libra de la quema. Nadie es tan estoico para no sucumbir a la tentación de su propio egoísmo... Ni siquiera tu mejor amigo. Nadie se salva. Todos acaban cayendo. Puse demasiadas veces la mejilla y me partieron el labio las mismas veces. Sangré todas ellas y fue esa misma sangre la que ahora me atrae a las sombras.
La vida está llena de cínicos que dicen predicar con el ejemplo, pero en los actos subyace la verdad, agazapada, escondida, disfrada de piel de cordero.
Me envidian y lo se. ¿Tengo que mentir para que me acepten en el grupo al que nunca pertenecí? No. Yo no miento por motivaciones tan vanas. No pueden soportar que, al desplegar mis alas, ahora negras, brille con luz propia. No pueden soportar que su mediocridad no se me contagie.
Las mujeres me odian porque ellos se sienten atraídos por mi y el no saber por qué, les conduce a la frustración que no soportan. Ellos reniegan de mi porque son tan cobardes, que usan la mentira para esconder sus propios fantasmas, pero no me olvidan. Me llaman sobervia por reconocer la verdad y escupirla cuando es necesaria.
Nos han enseñado a doblegarnos ante Goliat; a no enorgullecernos de nuestros éxitos; a sentirnos culpables de nuestros errores, cuando el error es la base de todo aprendizaje; a que la inteligencia es algo malo porque les hace sentir inferiores... Te enseñan a repudiarla, porque los inteligentes son peligrosos; a idolatrar la superficialidad y excluir a los diferentes; nos han mentido con el castigo del Infierno... Cuando el Infierno y el Cielo, la Virtud y la Deshonra, La Verdad y la Mentira, todo se encuentra dentro de nosotros. Tú eliges la actitud que usas en cada momento.
Soy muchas cosas, pero jamás fuí una cínica. Algo que no soportáis. Algo que me resulta tediosamente indiferente.