Creo que ya es hora de que empecemos a dar
un paso al frente todas nosotras, por esa igualdad de oportunidades, en contra
de los estereotipos de género. Y esta es mi forma de gritarle al mundo que los
prejuicios cierran mentes y abren heridas.
Soy mujer, soy empresaria, mi nombre real es
Cristina Martínez y este es mi manifiesto. Porque, ante todo, soy una persona.
Cuando la fotógrafa, referente y amiga María
JJimenez (antes “Nakarte”) me propuso una sesión de “fotografía boudoir”,
ni lo dudé. Fue un rotundo “Sí, quiero”. Es una de mis disciplinas fotográficas
favoritas en la que, desde la más pura sensualidad, cualquier mujer puede verse
bonita y especial. Y, en cada foto, hay algo de la modelo y otra parte que
reside en los ojos de María José.
Cuando conté la propuesta, que tanta ilusión
me había hecho, alguien me preguntó: “Siendo empresaria ¿Hacerte esa sesión y
publicarla en las redes sociales, no perjudicará la imagen de tu negocio?”. Me
apenó el hecho de que no me sorprendiese esa pregunta, pero no me asustó que
pudiera perjudicarme y, por eso, respondí: “Pues espero que no, porque eso
significaría que me están juzgando por un estereotipo de género”.
Y es a ese estereotipo al que llevo
enfrentándome toda mi vida, personal y profesional. Sobre todo, en esta última,
en dónde he oído, demasiadas veces, “Este es que es un mundo de hombres” y ni entiendo, ni
quiero entender que significa eso de ser una de las “afortunadísimas féminas”
que se mueven como pececillo en estos mundos. No sabía que tuviera que pedir
permiso y, mucho menos, perdón. Y lo único que puede molestarme es que yo no
cumplo, aparte de estar biológicamente preparada para procrear, ni una sola de
esas reglas que son “ley” en un estereotipo, y debo de ser una persona muy
afortunada, porque la inmensa mayoría de mujeres que conozco, tampoco los
cumplen.
La imagen, en mi profesión actual, es
esencial. Es vital. Es el primero “filtro” que pasas… O no.
Pues ahí lo tienen: su “estereotipo” al desnudo (nunca mejor dicho).
Porque mi
imagen, la de verdad, la que me da valor a mí, a mi empresa, a mis amigos, a mi
familia, en resumen, a mi verdadero mundo… Son la honestidad, la auto exigencia,
los objetivos, la sana competitividad, el que rendirse no sea una opción, la humildad, la lealtad, los
días que exprimo al máximo, mi manera de apasionarme con tantas cosas, mi niña
interior, la calidad de mis trabajos… Y, por supuesto, mis defectos. Como todos
tenemos. Y ni unas ni otros necesitan de disfraces o máscaras artificiales. De
postureos fingidos.
La profesionalidad no se compra en
boutiques.
Si a alguien le molesta la desnudez humana
lo respeto (no le pido que la mire); pero el mismo respeto exijo para mostrar la sencillez de la mía,
que está muy lejos de ser frívolo exhibicionismo. Si alguien cree que por
mostrar mi piel “cometo excesos impropios de una dama”, puedo responderle que
nada tiene que ver, pero que también es virtud mía la discreción de mi vida
privada. Porque detrás de mi piel desnuda hay tantos mundos, tantos recovecos,
que se necesita mucho más que una fotografía para hacerse una idea de lo que
soy o de quién puedo llegar a ser.
¿Qué si tengo miedo de lo que puede
provocar esto? Ninguno. Sigo creyendo en aquello de que “cambiar el mundo, amigo Sancho, que
no es locura ni utopía, sino Justicia” (El Quijote). Por eso doy un paso al
frente porque, por encima de mujer, soy persona.
Y si tú ves, en esa preciosa fotografía de
María José, algo más que una mujer sentada en el suelo es que no has entendido
una sola palabra de mi manifiesto.
A todas las personas, sea cual sea su
género, demos un paso al frente porque “igualdad es aceptar las diferencias” y yo reclamo "mi derecho a SER".
Fdo. Cristina Martínez
Bonita reflexión, eres una luchadora admirable.
ResponderEliminarMil gracias Pattri! Como todas las que estamos en "este barco", como tú que eres un maravilloso ejemplo a seguir.
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