miércoles, 20 de mayo de 2015

II Marquesa de Casa Tilly y su ama de llaves. En Cartagena.

Traiciones, juegos de poder, manipulaciones, estrategias, hambre... Una ciudadanía en pleno fervor... Trasládate a la Cartagena del S. XIX de la mano de la II Marquesa de Casa Tilly y su ama de llaves, siéntete parte de la Historia de nuestra ciudad y recorre El Gran Casino de Cartagena uno de nuestros edificios más históricos, punto de encuentro de la cultura. Podrás fotografiarte con la Marquesa y quedarte admirado con la Sala de las chimeneas, su antigua Biblioteca... etc. El día 30 de Mayo del 2015, en dos pases, a las 18:00 y 20:00, ¡¡Función Unica!!. Solo venta anticipada. Adultos: 8 €. Niños (hasta 10 años) y socios: 4 €. Plazas muy limitadas. ¡¡No pierdas esta ocasión única!!.


Organiza: Visual Dreams
Colabora: Gran Casino de Cartagena (Palacio de Casa Tilly)
Dramaturgia: Eloísa Lúa
Dirección, vestuario, ambientación y puesta en escena: Cristina Martínez.
II Marquesa de Casa Tilly: Belén Escudero
Ama de llaves: Cristina Martínez

jueves, 14 de mayo de 2015

El indómito mundo de los sueños

Se despertó, sobresaltada, creyendo realidad lo que sólo había sido un vívido sueño. Un recuerdo en forma onírica. Una curiosa forma de rearfirmar por qué, ahora, era como era.

Compuso esa sonrisa cínica con la que se reía de sí misma.

Aquel sueño la había transportado años atrás, como si viajar a través del tiempo, fuera cosa de niños... Habían caído demasiadas lluvias y florecido otras tantas primaveras, como para recordarlo con aquella cantidad de detalle.

No sabía demasiado bien como él había consegiodo adueñarse de su corazón cerrado "a cal y canto" y no estaba dispuesta a dejar pasar aquel tren sentada en la estación del "¿Y si...?". Se habían mandado cientos de mensajes, pero no bastaba. Habían hablado durante horas, pero nunca fue suficiente. Así que decidió quemar los kilómetros que los separaban para buscar aquello que había ansiado desde la primera noche que lo conoció. Calmar o avivar aquel nido de furiosas mariposas que le rugían en la boca del estómago cada vez que pensaba en él, que era la mayor parte del tiempo.

Había fantaseado mil veces con aquel primer encuentro, hasta encontrar la perfección del momento en una realidad inventada en su cabeza. Se verían. El abriría los brazos y ella se agarraría con fuerza a aquella tabla de salvación. Se mirarían a los ojos con el deseo contenido de tantas horas siendo el uno y la otra, en lugar de nosotros. Y sus labios se unirían en ese primer beso, repleto de pasión y ternura, como dos enamorados queriendo parar el tiempo entre el lazo de sus manos.

Pero la realidad le abofeteó tres veces aquella noche, recordándole que los cuentos de hadas solo son eso... Cuentos. Con mentiras sin alas de hada.

La primera bofetada. Se rió de su ropa. Debió de ser una broma, pero ella notó como se replegaba sobre sí misma hasta sentirse tan pequeñita que estuvo apunto de la extinción. El abrazo y el beso vino después, para aliviar aquella primera herida abierta.

Segunda bofetada. El tocaba en un grupo y ella quiso asistir a aquel concierto. Pero estuvo muy lejos de ser la "Dancing Queen". Lo justificó en silencio, mintiéndose a sí misma, diciéndose que era su noche y que, aquello, era solo producto del momento; que, después, en la intimidad, él le diría todas aquellas cosas que guardaba en su teléfono y que, aquella noche, leía de tanto en tanto para recordarse que hacía allí en dónde el aire le sabía a cianuro. Lo cierto es que se sintió terriblemente sola, en una esquina, observando como el mundo giraba de espaldas a ella. Como él reía con sus amigos sin apenas dirigirle una sonrisa. La cerveza no aliviaba la tristeza. Ella también sonreía, pero al vacío de la nada, sin motivo que sostuviese aquella fingida inflexión de los labios. Le dedicó una canción, pero se la había pedido, así que jamás supo si era obligación o devoción. Mientras escuchaba crujir su corazón, agrietándose cada pesado segundo de aquella interminable noche. Se sentó, sola. Mirando a su alrededor. Sin saber muy bien que hacía allí. Sin poder ir a otro lugar. Salió a la puerta. El ni siquiera notó su ausencia. Llamó a un amigo. Necesitaba escuchar una voz conocida, sentir el cariño de alguien, en aquellos oídos ateridos de frío. Lloró. Solo la noche y su amigo fueron testigos de aquella injustificada tristeza. Lloró más. Colgó el teléfono. Borró el rastro salado de sus mejillas con la manga de su cazadora. Volvió a ponerse aquella máscara de alegría, antes de entrar de nuevo al Pub de la mala suerte, en el que él cantaba rock y ella ahogaba su tristeza en un vaso de cerveza caliente.

Tercera bofetada. Por fin, él y ella cara a cara, en un nudo de dos cuerpos desnudos bajo las sábanas. Jugando a amarse. Violentando la calma. Resurgiendo mariposas entre sus dedos, acariciándo con sus alas la espalda desnuda de aquel hombre. Todo era casi perfecto hasta que... Morpheo la traicionó y él cayó dormido, momentos después de iniciarse aquella batalla cuerpo a cuerpo. No dijo nada. Se recostó, de espaldas a él, agazapada como en el vientre de una madre, buscando un lugar seguro ante la temible caída por el precipició del borde del colchón. Volvió a llorar en aquella Soledad acompañada. Empapó las sábanas con lágrimas. No le importó. Se habrían secado antes del amanecer y él no lo sabría nunca.

También se hizo onírica realidad el momento de vuelta en aquel tren. Ya no lloraba. Sostenía una copa de vino mientras maldecía la realidad. Mirando como el paisaje se emborronaba reflejado en sus ojos tristes. Nunca debió de ir, así se hubiera ahorrado aquella vuelta cargada de musas y servilletas emborronadas con frases inconexas. Aquello dolería durante bastante tiempo. Se conocía, era un hecho. ¿Cómo borrar ahora las huellas de lo que ella sentía?

En ese punto se despertó, con esa pregunta aún latiendo en su red neuronal y esa sonrisa cínica. ¡Cuántas veces se había equivocado!

Cogió papel y lápiz y comenzó aquel encabezamiento dirigido a él. Quería herir el papel con las cicatrices que tanto le había conseguido cerrar. Quería explicarle que, una vez, sintió algo parecido al amor. Que lo perdonó. Que luego volvió a quererlo otra vez, de otro modo, pero con igual intensidad... Quería decirle tantas cosas que arrugó el papel con saña, arrojándolo a la papelera. El no había querido saber como se sentía. Así que el silencio le pareció mejor opción que aquella carta sin acabar.

Volvió a sonreír, con menos cinismo, con más ironía. Es curioso como el indómito mundo de los sueños es capaz de hacerte revivir recuerdos sumergidos en el lodo más intenso.

Comenzaba un nuevo día con los primeros rayos de sol. Sonrió, por fin, de verdad. Aunque sin compartirlo con él.

martes, 12 de mayo de 2015

Somos Cultura. No mercenarios.

Me adhiero al Manifiesto publicado por Visual Dreams:

#‎SomosCultura‬. No Mercenarios. Para los grandes, medianos, pequeños, profesionales, aficionados, por placer, por vocación, por profesión... El que lee, el que asiste a los teatros, el que va a los conciertos... Los actores, técnicos de todas las artes, escultores, escritores, músicos, cantantes, artesanos... Los que "malviven de ella" y no se rinden, los que lo hacen "por amor al arte", los que la defienden, los que no la pisotean, los que la difunden, los que la consumen... Todos ellos (en los que nos incluímos), somos cultura. No somos un arma política, no somos meretrices en venta al mejor postor. Somos soñadores, valientes (si pretendemos vivir de ella), protectores de lo más valioso que poseé el ser humano. No somos carne "de elecciones". No queremos promesas. No queremos tener que mendigar un escenario. No queremos tener que "auto-editarnos" las novelas. No queremos una cultura "al servicio del Rey", no somos corsarios. No somos enemigos aunque traten de enemistarnos. Somos personas, con diferentes ideas políticas, con diferentes modos de hacer las cosas, con diferentes pasiones... Pero con un mismo punto en comun "Defendemos una cultura de calidad y accesible, no politizada". Si tu eres también cultura, si te identificas con este manifiesto... ¡Comparteló!, Eleva la voz, da un paso al frente. Grita por lo que te corresponde. Da igual si vives de ello o no, o si la consumes. Bajo el hastag #SomosCultura, difunde este manifiesto. Llenemos todas las redes sociales. Para que nadie, nunca, jamás, se considere un "ciudadano de tercera" por crear, interpretar, hacer sentir... Sin la cultura no somos nada. Es tu derecho tenerla y tu deber defenderla. Adhiérete a este manifiesto.

viernes, 1 de mayo de 2015

Diario de un Angel Negro

1 de Mayo del 2015

¿Cuántos personas hay que perder para quedarse sin alma? Yo las perdí todas, menos una. Conservo el alma pero vacía en esencia.

Recuerdo haber sido un Fénix que se alzaba, envuelto en vigorosas llamas, cada vez que era reducido a cenizas. Hasta que me agoté. Hasta que me consumieron. Hasta que me lo arrancaron todo, excepto ese alma carente de esencia y compasión.

Me lamenté. Rodaron lágrimas, primero sal y luego de sangre, hasta que se secó el manantial de la falsa culpabilidad por la pérdida. Hice de todo, lo que me dictó el corazón, pero nunca fue suficiente. O me laceraba el egoísmo o era utilizada por los hedonistas. O trataban de manipularme o me absorvían la energía, para luego dejarme en el estanque de arenas movedizas. Los amigos se quitaron sus pieles de cordero y rugieron cual lobos. Otros, simplemente, se fueron. Eligieron otras opciones más beneficiosas para su interés, más dañinas para mi corazón. Pero la culpa siempre fue mía, en el fondo, fui conocedora de la realidad que no me quise creer. No les culpo a ellos, me culpo yo por haberlo permitido.

El terremoto fue tan fuerte que demolió todos los cimientos de las creencias forjadas durante años, de las mentiras que me inventé, justificando lo que no tenía justificación, solo para que mi realidad fuera más amable. No funcionó. Seguían cayendo cascotes.

Pedí ayuda para contener la ruptura total de lo que un día fui, pero solo recibí, de vuelta, el sordo eco de mi propia voz rompiendo el ruidoso silencio. Se cayó la venda de los ojos. Vi la Verdad desnuda. Sin máscaras. Sin muros. Sin mentiras. Y fue aterrador.

Una vez elegí ser un Fénix y casi me consumen las llamas para siempre. Hasta perder a la última persona. Eleve los brazos y, de las sangrantes grietas de mi espalda fruto de la traición repetida, se elevaron dos poderosas alas negras. "¿¿Esto era lo que queríais?? Pues en esto me habéis convertido", bramé contra la tempestad.

Ahora desfilo entre las sombras, sin ocultar esa oscura parte de mi que siempre existió, habiendo asesinado a dentelladas a la parte que permitió que pasara de Fénix a Angel Negro. Os lo agradezco, a partir de ahora, se hará, por fin, Justicia.

martes, 28 de abril de 2015

Metamorfosis

Se secó la última lágrima, dejando un rastro yermo sobre la cara. Murió la compasión, retorciéndose de dolor en el suelo. Cayeron, en violento terremoto, todos los cascotes de lo que había sido una vez. Las laceraciones, de los puñales en su espalda, habían cicatrizado bien, a veces, picaban... Pero solo eso. Buscó a su amiga Soledad, que nunca le fallaba. Siempre la encontraba cuando quería. Quemó hasta la última fibra del vestido de confianza. Sometió a juicio a todos los que la rodeaban y un "Game Over" resonó en el sordo silencio. Los arrancó de su memoria cuando comprendió cuántas veces se había mentido por lo que ahora resultaba tan obvio. Por último, cogió los añicos de su corazón podrido y cansado de dar, los juntó como en un puzzle. Pasando el dedo por cada grieta. Cubriéndolos de piedra marmórea, hasta que no quedó resquicio por el que entrar. La metamorfosis se había completado con éxito.

jueves, 23 de abril de 2015

El reflejo en el Espejo

Desnuda. Sin más ropa que su pelo largo. Se colocó vacilante ante el espejo. Aún había sangre en sus heridas, pero sus ojos se hacían secado. Se observó así, tal cual era. Vio la destrucción y la ruina y los cascotes esparcidos y esa violencia gratuita que, cual impío látigo, había lacerado cada centímetro de su piel.

Apunto estuvo de autocompadecerse. De caer en el victimismo al que se tiene derecho cuando te lo han arrebatado todo. A ese llanto silencioso que quema como la hiel.

- Bienvenida.- Saludo aquella voz que envolvía el aire y no había sido pronunciada por garganta alguna.

Miró incrédula a su imagen desnuda reflejada en aquel espejo. Aquella imagen de sonrisa sardónica y gélida que no era suya. Se asustó, pero no se fue.

- ¿Quién eres?.- Quiso saber.
- Tú.- Replicó aquella femenina voz.
- No puede ser...- Creyó que, finalmente, había enloquecido.
- Eres lo que querías. Soy una parte de tí. Una parte que te asusta pues carece del exceso de compasión que vistes. Una parte a la que no escuchas, pero que te ha dado los mejores consejos de tu vida. Esa faceta tuya que conoce el dolor pero no se queda inmóvil ante la agresión hacia ti misma. Soy ese lado que niegas, esa voz que no quieres oir...
- ¿Qué haces aquí? No te he llamado.
- Tú no, me reclamaron tus cenizas apagadas. Te han hecho añicos, tratas de reconstruirte sobre cimientos falsos y te vuelves a romper, una y otra vez. Estoy aquí, porque ahora soy necesaria.

La imagen del espejo, tendía su mano hacia ella. Sentía miedo de lo que podía llegar a ser, pero también alivio porque ahora era conocedora de la verdad. La sangre derramada por las heridas, era la suya. Nadie luchó por ella. Quizá fuera verdad, a lo mejor, era necesaria.

Cogió aquella helada mano y atravesó el espejo. Ya nunca volvería a ser la misma. Se había perdido la esencia de lo que fue y la raíz de lo que la destruyó. Y, como en un círculo macabro y vicioso, se había repetido tantas veces en su vida que el frío invierno ya había llegado.

Ya no sentía miedo al otro lado del espejo, aunque sabía cual era el precio: Jamás volvería a ser la misma. Aquella guerra la había cambiado.

viernes, 10 de abril de 2015

Cicatrices

Sentados en un banco, compartían anécdotas, risas, nostalgias, tristezas, incertudumbres... De tanto en tanto, fumaban a medias un cigarrillo... A veces, uno de los dos, como cariñosa afrenta, decía alguna frase con picardía o picante, que siempre resultaba respondida en el mismo tono.

Ángela era, para Alfonso, una persona importante. Su caja de secretos oscuros. Su luz en días grises. Una botella de lealtad sin fondo. Sentía profunda admiración por aquella muchacha que escondía más de lo que mostraba. Y se sentía el hombre más dichoso del mundo por conocer aquella parte de ella, que sólo unos pocos llegaban a ver trás aquella dura mirada de felino hambriento.

Alfonso era para Ángela el ejemplo perfecto de que su concepto de hombre y de amigo no era irreal. Tenía principios, trataba de comprenderla y lo conseguía. Era una de las pocas personas con quien sentía que podía ser ella misma, sin disfraces ni máscaras que distorsionaran, por pura ncesidad, lo que en verdad era.

En resumen, eran dos viejos y buenos amigos.

Pero aquel día, en aquel banco, él la sorprendió con una frase:

Alfonso: ¿Sabes? Algún día, tú y yo, buscaremos tesoros ocultos bajo sábanas de blanco satén... Como dice esa canción.

Le sorprendió precisamente porque el tono de su voz no era el de la típica broma de siempre y encerraba un aplastante deseo de una realidad no alcanzada:

Ángela: Lo dudo...- Respondió con cuidado al saberse pisando arenas movedizas.
Alfonso: ¿De verdad nunca lo has pensado o deseado?.- Volvió a preguntar Alfonso, sorprendido de aquella escueta respuesta carente del ácido humor que la caracterizaba.
Ángela: Sí, lo he hecho. Pero va a ser imposible.
Alfonso: Tú siempre dices que no hay cosas imposibles... A lo sumo, poco probables.
Ángela: Sí, lo digo. Esto es una excepción. Es imposible. No hay más.
Alfonso: ¿Ya no lo deseas?
Ángela: No tiene nada que ver con mis deseos. Si no con la realidad del después...
Alfonso: Angi, ¿Qué ocurre?... Da igual. Dejaló. No debí insinuar nada parecido. Lo siento.
Ángela: No sientas jamás algo que ha dicho o hecho tu crazón. No es eso. No es por tí, es por mí.
Alfonso: ¿Tú? ¿Usando un tópico? Esto sí es algo nuevo...
Ángela: No es un tópico. Esta vez es la pura verdad.
Alfonso: ¿Es porque tengo pareja?
Ángela: No. Tu sabrás a quien traicionas, yo no tengo cuentas que rendir a nadie. Y yo juzgo a las personas por su comportamiento conmigo, así que, definitivamente no es por eso... Aunque tiene relación. Es "por el después".
Alfonso: ¿El después?... Después seguiría todo igual, somos amigos, eso no va a cambiar...
Ángela: ¿Estás seguro?... Sí que cambiará. Te voy a poner una situación y te haré una pregunta, contéstame la verdad... Después de esa noche de "sábanas de blanco satén", ella se entera. El cómo da igual, porque los modos son casi infinitos, pero se entera. Estalla la tormenta. Me convierto en el blanco de sus insultos y en el centro de tus excusas. Al final, si conseguís arreglarlo y, ojo, esto nunca se arregla del tod,o pues saldrá a colación en la primera discusión que tengáis, me convertiré en un arma arrojadiza con la que herirte... Pero, en un primer momento, siempre parece que va a solucionarse, cuando ella, te pone una condición: "Elige, ella o yo. Y si soy yo, has de cortar todo tipo de contacto o relación con ella". ¿Que harías tú, amigo mío, a quién elegirías?

Alfonso se quedó pensativo unos instantes. Nunca le había mentido.

Alfonso: La elegiría a ella... Pero tienes que entenderlo.- Respondió con apenas un hilo de voz.
Ángela: Y lo entiendo. Es más, sabía cual sería tu respuesta. Siempre es la misma elección. Siempre la eligen a ella, por encima de la amistad. Soy yo quien tiene cambiadas las prioridades, pero eso es problema mío, como mía lo fue la decisión de cambiarlas. Por eso es imposible, amigo mío, porque valoro demasiado nuestra amistad como para perderla, como valoraba las que perdí. Pero el último dejó la última cicatriz. Ya no existen huellas de nadie en mi corazón, solo cicatrices que pican en los días de lluvia.