domingo, 5 de marzo de 2017

El tatuaje de su espalda

Lo miraba y el ansia palpitaba en sus vena, acelerando la resiración de la urgencia. La miraba y sus sentidos ardían de ganas.

¿Dónde se habían escondido todo este tiempo? ¿Qué caprichosa causalidad los había cruzado en aquel momento?

Se reían juntos y, en cada carcajada, sentía sus manos aferradas a su cintura. Para que no se fuera o para hacerla real. Pero no la soltaba, ni ella quería perder el amarre de sus dedos.

La sujetó de la nuca con suavidad y una chispa eléctrica recorrió cada uno de los poros de su piel. Se inclinó sobre ella y pudo sentir la humedad cálidad de su boca casi al alcance de sus labios. Se había caído dentro de sus ojos y pudo acariciar su alma.

Llovía. Se empapaban a cada segundo. Sin embargo, no había nada más importante que aquel beso en el que habían puesto el alma. Sus lenguas se batieron en duelo. Una danza creada por y para ellos. Seguía lloviendo y cada portal era testigo de aquel incontrolable impulso de tenerse piel contra piel.

En su casa, con locura adolescente, despojaron de la ropa empapada, aprentando sus desnudos y húmedos cuerpos. No sentían el frío, pues dentro de sus ojos residía su paraíso en llamas. Su danza de fuego. Su baile entre las sábanas.

Todos los volcanes del mundo entraron en erupción en el último arqueo de su espalda, un instante antes de caer rendida sobre su pecho.

Los dos supieron, sin necesidad de aderezo de palabrasa, que aquella no había sido una noche más. El dibujó un corazón sobre la piel desnuda de su espalda y ella llevó impreso aquel tatuaje invisible que no borró ni el impío paso del tiempo.

miércoles, 1 de marzo de 2017

La terraza donde se desconocieron

Cuando volvió a aquella terraza, ya habían vuelto los días de vino y rosas. Las carcajadas poblaban las avenidad de nuevo. Ya no habían cascotes en un corazón que ya nunca volvería a ser el mismo, aunque conservara su esencia.

Se sentó en la misma mesa, frente a su silla vacía. Pidió un cafe solo y muy amargo. Lo removió como un arraigado ritual exento de azúcar. Lo quiso así. Aquel fuerte sabor que le recordaba a la hiel que había poblado la cotidianidad de sus días convirtiéndolos en una trajicomedia de bajo presupuesto.

Sorbió el primer trago. Saboreándolo en el paladar como el más exquisito de los licores. Este era por el pasado más pasado... Nunca se había imaginado la vida sin él y no por ese romanticismo que atesoraba tan dentro de ella, sino porque aquella posibilidad nunca había existido. Más de media vida. Conocía sus secretos más íntimos. Sus miedos más desgarradores. Su mejor cara y también la peor. Su lealtad leónida hacia los suyos. La conocía tan bien que llegó a convertirse en una parte esencial de ella misma. En su compañero de equipo, en aquel faro que siempre se mantenía encendido cuando se apagaban todas las luces. En aquella brisa capaz de rescatarla del naufragio. Lo había sido todo y se jugó su suerte por él porque estaba absolutamente convencida de que él habría hecho lo mismo por ella... Sonrió al acordarse el mantra que había sido, cada día, durante un mes, después de decirle adios en aquella misma terraza "Aunque tengas que arrancarte el corazón" - Le recordaba su cabeza cada vez que el pecho ansiaba respuestas o se envenenaba de nostalgia. Eso era el pasado de antes de todo. El pasado compartido de más de media vida. Pero Pasado, al fin y al cabo.

El segundo trago fue por el pasado más reciente. Por aquel no entender que macabra broma de la vida era aquella que, cuánto más se esforzaba por acercase, más lejos la arrojaba de él. Laberintos infinitos que no llevaban a ninguna parte. Naves ardiendo en el cielo de Casiopea. Relojes de arena congelados. Una soledad absoluta rodeada de gente. "Aunque tengas que arrancarte el corazón, jamás volveras a caminar sobre las mismas espinas", era lo que se repetía una y otra vez durante un mes más. Aquel trago fue más corto, pero el más amargo de todos. Como tenía que ser. Como había sido. Como era en realidad.

El tercero lo brindó con su silla vacía. Era el que más la invitaba a brindar. Era el del día de aquella terraza donde le "desconoció". Pero también era el más duro, el que incendiaba en la garganta. El que le arrojaba la verdad escupida a la cara en forma de una realidad tirana. Podía haber hecho mil cosas para no acabar por perderla, pero escogió no hacer nada: "Espero que te haya merecido la pena de verdad", había aseverado ella ante el interrogante de la cara de él, "Sacrificar a tu mejor amiga". Tampoco hizo nada entonces. Al menos, nada que aliviase aquel innecesario dolor. Solo era un estúpido daño colateral de algo que desconocía y de lo qué cargaba una cruz a hombros que le había segado las alas y ya no recordaba ni volar. Sonrió de nuevo porque, al final, ella si pudo elegir quién quería ser e hizo lo correcto. Volvió a dormir tranquila desde aquel día. A veces, aún tenía añoranzas a modo de recuerdos traidores, pero entonces no hacía falta repetir ninguna frase. Le bastaba saber que nunca volvería a aquel punto de aquel abismo que no vio cernirse sobre ellos. Aquel aterrador miedo que le había contado y que aún parecía haberles pillado por sorpresa.

El cuarto sorbo fue de un trago. Ya no era amargo, quizá un pcoo ácido. Ya no sentía nada. Todo marchito, el Fénix había desplegado las alas. Ahora sabía quien era y eso era lo más importante. Habría dado cualquier cosa porque resultara de otro modo y, sin embargo, había sido su peor error pero también su lección de vida más importante. Ahora ya había comenzado a ganar de nuevo, ahora todo giraba en el orden correcto. Ya no se agazapaba llorando debajo de las sábanas. Ya no era necesario. Sentía una especie de extraña satisfacción hacia lo logrado sin tener que arrancarse el corazón. Todo aquello estaba muerto y había quedado atrás. El no la volvería a llamar nunca, por el motivo que fuese, y ella tampoco lo volvería a buscar jamás.

Dejó el doble del precio del café. Se levantó y no volvió más a aquel lugar en el que lo imposible se había aliado con la realidad.

jueves, 22 de diciembre de 2016

Recuento del 2016 - Un año histórico

Este post debería empezar como lo dejé de escribir hace 10 años, con el título: "Puntos finales, apartes y suspensivos...". Y aunque nunca he dejado de hacer esa tradición de "cerrar etapas, cambios y reestructuraciones", no haré el listado de lo qué o quién queda atrás, permanece en mi vida, o lo que, aún permaneciendo, es cambiado de lugar.

Ha sido una montaña rusa emocional de principio a fin, hasta tener la sesación de haber vivido una década en un solo año. Pero no quiero recordar las bajadas, las caídas, los traspiés, las pérdidas... Y, si en este recuento de "hitos históricos" de mi vida, hay algo malo escrito para la posteridad, será sólo porque, gracias a eso, saqué las más importantes "lecciones de vida que te tenido nunca". Así pues, empecemos a hacer memoria:

- Enero: Aún con la miel en los labios de una nochebuena que duró tres días y una nochevieja que se esfumó en un instante. Saqué mi PRIMERA MATRÍCULA DE HONOR. Y fue tan inmensa la alegría que se me olvidó que no sabía si eso valía para algo. Me costó tanto llegar a la Universidad que esa primera nota fue la que mejor supo de todas (luego vinieron más, teniendo el expediente con sobresalientes y matrículas). Hacíamos poco más de dos años de Visual Dreams, el sueño que inicié que nunca fue solo mío, pues yo lo quise compartir con una de las personas que más quería y seguí por el "camino de baldosas amarillas", acompañada de mis Gladiadores/as y guerreros/as, rumbo a Ciudad Esmeralda en dónde se encuentran "mis sueños hechos realidad".

- Febrero: Para ser un mes corto, para mí, se convirtió en el más largo del año (y, a lo mejor, de mi vida). Sucedió algo horrible (en lo que no cabe exageración posible) en lo que no me voy a recrear en los detalles. Fuí operada "a vida o muerte". Recuerdo mi último pensamiento y quién lo llenó cuando pensaba que ya no lo contaría, que ahí acababa todo... Pero, la vida me sonrió dándome el regalo de despertar. Fue tan terrible que no hay palabras que lo descibran... Pero saqué muchas lecciones de vida. Quién estuvo y quien dejó de estar. La falsa seguridad que tenemos de que TODOS vamos a estar aquí al segundo siguiente... ¿Cuántos te quiero se habrán perdido por pensar "la llamaré mañana"?... 37 puntos, de arriba a abajo de la barriga, 37 motivos que me recuerdan lo maravilloso que es estar y sentirse vivos. 37 razones para seguir el camino a mis sueños. 37 puntos y mi primer complejo. 2 meses de reposo absoluto sin coger nada de peso y otros dos para volver a la vida normal (fueron 3 sin coger peso y 3 más para volver a un ritmo algo por debajo de lo normal). Pero había algo que se tambaleaba, algo que ni quería, ni estaba dispuesta a perder... Este año debutaba como billarista en el Nacional Femenino de Billar a 3 Bandas, faltaban 3 semanas y yo con mis dos meses de reposo. Al salir del Hospital, llorando, llamé a mi entrenador (el cual, había estado, estes de todo esto, "algo decepcionado" porque no había entrenado lo suficiente) y le pedí que me inscribieran porque "ya me habían quitado muchas cosas, ya había perdido mucho y no estaba dispuesta a perder eso también". ¿Imprudencia? Quizá, pero nadie sabe cuanto deseaba aquel momento que tantas veces había soñado. Recordaré siempre las palabras de mi entrenador: "Date por inscrita y lo único que esperamos de ti es que de verdad disfrutes de la experiencia". Y yo, competitiva por naturaleza que sale a ganar aunque pierda, iba a ir para quedar la última y ver, por fin, que se sentía.

- Marzo: (Mes maravilloso que quedará siempre) Me visitó "mi Primer Paladín", mi campeón de Bola 8, recuerdo cada momento, cada conversación, cada risa, cada instante. Luego, se fue con la promesa de volver. Y a medidos-finales de mes... EL CAMPEONATO NACIONAL FEMENINO DE BILLAR A 3 BANDAS. No fue como lo había soñado, faltaba alguien importante en la grada, pero estaban otras muchas personas importantes para mi, una de ellas, mi madre: A LA QUE QUIERO TANTO QUE CASI NUNCA SE LO DIGO. Cuando entré en el Centro de Alto Rendimiento de Los Narejos (sede del campeonato), miré alrededor y luego a ella y le dije: "Así que esto es el Campeonato Nacional". Me acababan de quitar todos los puntos, no podía estirarme, me fatigaba con nada, pero yo iba a jugar... Con cuidado, pero iba a hacerlo. Y, para mi propia sorpresa, no quedé última, sino 9ª. Recuerdo el apretón de mi entrenador cuando me dio la placa. Jamás olvidaré aquellos mágicos días, gracias a los que me acompañasteis y compartistéis tanta felicidad conmigo.

- Abril: Visual Dreams, después de crecer y evolucionar, comienza a verse su preciosa transformación a VDreams Eventos. El camino de baldosas amarillas continúa con mi ejército leal acompañándome en el camino. Se graba el primer SPOT PUBLICITARIO de VDREAMS EVENTOS: "RESUELVE EL MISTERIO".

- Mayo: Mi Primer Paladín vuelve a grabar el Aniversario de la Dramatización Histórica que realizábamos en el Palacio de Casa Tilly y que llevaba por título "Traición al Marqués de Camachos". Un año de funciones completas. Un año de poder cumplir un pequeño sueño: escribir para la gente. Un año de aplausos: Gracias SEÑORA MARQUESA de esta pobre Ama de Llaves por tantos buenos y felices momentos. Ese día, decidí suspender las funciones por motivos que no vienen al caso en este post (y con tres funciones llenas más). Minutos de público en pie con aplausos y ovaciones, cinco saludos y lágrimas en nuestros ojos pues nosotras sabíamos que era la última, pero ellos aún no. Gracias Primer Paladin por el precioso reportaje fotográfico, gracias por las palabras que me susurraste en la puerta, fundidos en un abrazo, y que nunca olvidaré: "Has conseguido que me gusté algo de teatro. Enhorabuena" (espero que tú tampoco olvides eso nunca). Se graba el segundo spot publicitario de VDreams: "Teatralizamos la Historia". Mi primer Paladín me lleva a la que será mi segunda mejor nota del curso un 10 en todas las prácticas y en el examen, y a otro examen más. Un bonito día para recordar también.

- Junio: Gran enseñanza vital - para algunos eres la mejor persona si pueden sacar algo de ti y la peor si no dejas que saquen nada de ti: piden sinceridad los que más cuchillos espalderos tiran. Observa más y confía menos-. Llego a las mismas puertas de Ciudad Esmeralda, falta mucho camino aún, muchas batallas, derrotas y victorias... Pero no puedo cruzar el foso porque falta "el más importante": mi Primer Paladín. Así que detengo mi caballo, enfundo mi espada y mi ejército espera conmigo.

- Julio: Por fin llega aquel a quien tanto eché de menos. Aquel que me rescató del naufragio tantas veces, aquel faro que nunca iba a apagarse. Por fin parte del sueño cumplido: Ha llegado mi mejor amigo. Un recital de poesía impregnado en la magia templaria. Pieles que se erizan con mi voz. Conocerme mejor, probar mis límites. Pero nada más que mencionar.

- Agosto: 30 días para olvidar y solo uno para el recuerdo. Otro hito histórico: Consigo mi primer diagnóstico definitivo después de 18 años de lucha. Al final, ni era tan exagerada, ni estaba tan loca. Al final, simplemente, yo llevaba razón.

- Septiembre: 30 días para olvidar y uno para el recuerdo eterno. Otro hito histórico... Algo que siquiera alcancé a soñar: Me llega la carta de concesión de un premio "Medalla de Oro a la Excelencia profesional". Enseñanza vital: Que jamás nada ni nadie te impida disfrutar intensamente de tus triunfos, más aún si son por méritos propios.

- Octubre: Conozco gente extraordinaria que comienza a devolverme la fe en que sí que todo merece la pena (las bajadas también). Una persona a la que quiero mucho desaparece y yo me prometo que removere el mismísimo Infierno para encontrarle... Y lo encontraron. Tres días después... El Palace, una llegada en taxi, me abren la puerta, una alfombra roja, un traje de gala rojo, mi pelo rojo... Añoro a los que faltan, pero están conmigo, están en mi mente y en mi corazón todo el tiempo... Una cena de gala protocolaria... Un premio: Una réplica en oro de un doblón de los reyes católicos. Y después... A celebrarlo con Caronte: Mi mejor amigo, el que estuvo siempre, sin condición, a cambio de nada, el que lo dio todo... Mi barquero.

- Noviembre: Mes de cambios. Todo se sacude, todo se mueve. La venda cae. La realidad se muestra. Cambios y mas cambios. Comienzo a ser quien soy y menos quien era. Y caen los castillos de arena. Y las alas se rompen. Y se buscan alas nuevas y sueños nuevos y esperanzas nuevas.

- Diciembre: Y cae la promesa de cuatro sueños más que aún no puedo desvelar... Se acercan más cambios y ahora sí puedo decir que sé que lo mejor está por llegar.

Pero viejo amigo 2016, ¡¡Que grande has sido!!

martes, 18 de octubre de 2016

Palabras de Luto



Si todos los caminos llevan a Roma… ¿Como se sale de Roma?”… Así comenzaba el audio que le pasó, poco tiempo atrás, porque le recordaba a él en cada palabra. 

Resumir su historia era imposible. Describir la naturaleza o intensidad de aquel amor que se tenían era imposible. Entender aquella relación, alejada del romanticismo pero plagada de matices, era imposible… Así que le llamaron Amistad.

Ella hubiera bajado y puesto la luna a sus pies. Se hubiera enfrentado sola al mas poderoso ejército solo para protegerle e, incluso, se habría echado a los pies de los caballos si con eso le salvaba.

Llevaba ya tiempo haciéndose aquella lacerante pregunta: ¿Realmente se habrá parado a valorar lo que podría perder?. El tiempo es poderoso aliado cuando juega a tu favor, pero ni cura todas las heridas ni repara los corazones rotos. A veces, las cosas, hay que lucharlas. A veces, hay que saber ceder y hablar y poner boca arriba las cartas del ricón más escondido del alma, porque tan peligroso es jugar de farol como ir a ciegas. Y él estaba ya muy lejos de ella, a medio metro, pero terriblemente lejos. Y su alma se retorcía por dentro como se consume en la frustración el náufrago que no ve una sola gaviota.

Esperó. Espero más. Hizo acopio de toda su paciencia. Pero todo caía. Los escombros taparon el sol. Ella moría. Poco a poco. Lenta e insustancialmente. Delante de la mirada impasible de él. Su procesión iría por dentro, seguro, pero ella ya desconocía hasta eso.

Aquel día inspiró profundamente… habían superado tantas cosas… intentó algo más… y ahí estaban, aquellas palabras que se tornaron cicuta. Hubiera jurado que, por momentos, se le había parado el corazón.

Buscó y buscó, mientras el aún hablaba y entonces encontró aquella urna funeraria que encerraban los restos de lo que ya ni vibraba ni latía.

El seguía hablando. Ella lloró la muerte sin que un solo indicio de aquel desgarrador llanto se filtrase a través de la línea fría del teléfono. El entierro duró hasta que acabo aquella llamada.

Ella le habló de aquella súbita muerte. El debía de saberlo. Nunca contestó.

Parecían hechas de aire y supieron a cristales rotos. Eran mucho mas que palabras.

viernes, 13 de mayo de 2016

CICATRIZ DE GUERRA

Forografía: Rubén Fabeiro Media Visual - Modelo: Cristina Martínez


CICATRIZ DE GUERRA



Vivimos en un mundo que me dice qué es bonito y qué es feo, quien triunfa y quien es absorbido por la densa oscuridad del ostracismo. Un siglo tan falto de genios y gente que los siga… Que lloren y rían con la Nela de Galdós, que sufran por el incurable amor de Cyrano, y se derritan con la España de Alberti.

Me han enseñado que tengo que usar una talla 36 con un abundante busto, a ser posible de ojos claros o, en su defecto, grandes. Que la imagen del primer vistazo es mucho más importante que tu inteligencia o tu bondad. Veo a madres, a niñas, a amigas mías… sufriendo de verdad, con dietas imposibles y defectos de un cuerpo imperfecto por naturaleza. Y ahora, los hombres también… algunos de ellos y ellas, en hospitales con enfermedades tan graves como anorexia o bulimia… y sentía una profunda rabia… hacia aquellos que permiten y juzgan en base a este canon de belleza y que son capaces de ignorar a aquella persona que no los cumple o no se esfuerza por ellos, o aun peor, se mofan y atacan con insultos tan bajos como “gorda o fea”.

Un día, cuando celebraba la vida a manos llenas… la vi por primera vez. Estaba allí, cruzando mi vientre desde la boca del estómago hasta el apéndice. Rosada oscura. Con sus 37 puntos, uno por cada primavera que he visto, con su parte final hundida por culpa de un punto mal dado… y sentí vergüenza. “Ningún hombre querrá estar ya conmigo, da asco”, me sorprendí contándole en voz baja a la del espejo. Había nacido mi primer complejo. Sin darme cuenta, todo lo que no me había minado, ni importado antes… ni los kilos de más, ni los de menos… lo conseguía una cicatriz.

En mi rabia hallé la respuesta.

Le pedí a mi mejor amigo que me hiciera una foto porque iba a subirla a las redes sociales, junto con una dedicatoria, para aquellos que vayan a juzgar mi vientre o quien soy, por una marca… así que…. En donde tú ves una cicatriz…

Yo veo una herida de guerra hecha en la arena del ludus más terrible. Con un Gladio medio desgastado y a punto de dejarme allí la sangre y el sudor, y la propia vida.

En donde tú tuerces la boca con un leve gesto de asco, yo veo un gran camino por recorrer, directo a los sueños que quedaron en suspenso cuando creí que la vida se me iba. Un camino plagado de retos, de curvas, sinuoso a veces, otras con grandes avenidas… Un camino compartido con esos amigos que se han quedado cuando todos los demás se habían ido. Un camino para disfrutarlo cada día.

Dónde tú ves una cicatriz, yo veo 37 motivos para ser feliz a manos llenas, pues no tengo mayor prueba de vida y resistencia que la cicatriz que tú prefieres que tape.

No estoy en tu canon de belleza, porque es imposible estarlo y nunca entré en el círculo de crear muñecas de plástico a toda costa. Una cicatriz que me recuerda lo absolutamente maravilloso que es vivir, porque es símbolo y estandarte de la vida que estuve a punto de perder y a la que, ahora, me aferro con más fuerza que antes, sin dejarme en el tintero algo por decir y, mucho menos, un te quiero o un te he echado de menos. Una cicatriz que me recuerda a esas cervezas pendientes de beber y las carcajadas que las acompañan.

En donde tú ves una cicatriz, mi mejor amigo, vio una imagen que captar porque la belleza siempre está en los ojos de quien la mira. Porque belleza hay hasta en la cosa más nimia, pero hay demasiados ciegos que no quieren ver, y muchos invidentes que darían, cualquier cosa, por ver mi cicatriz.

En cada pliegue de mi cicatriz hay un sueño por cumplir, un lugar que visitar, una espada levantada, un escudo reparado, una legión de amigos que me recuerda cada día que sigo viva, una esperanza, un miedo superado, una lucha para la que nadie puede estar preparado, una historia que forja quien soy… Tú ves una cicatriz y yo, en ti, veo un corazón de plástico que chirría y hace ruido.

viernes, 15 de abril de 2016

Un café largo



El camarero sentía curiosidad por aquella mujer que entraba cada mañana, a la misma hora, desde hacía ciento treinta días. Se sentaba en el mismo taburete, en medio de la barra, apoyando su bolso sobre el asiento de al lado. Con voz queda pedía un café con leche. Se lo bebía a sorbos cortos, mientras permanecía con la vista perdida en algún punto del vacío infinito de la taza, como perdiéndose en la espuma. De tanto en tanto, de soslayo, miraba hacia la puerta.
El camarero observaba que, alguna vez cuando el bar se llenaba, algún cliente le preguntaba por el bolso sobre el asiento de al lado. Ella, mirando siempre a los ojos, pero con la voz atrapada en el pecho respondía tajante: “Está ocupado” y volvía a aquel abismo insondable de las profundidades de su pensamiento que solo ella conocía. Terminaba su café. Dejaba sobre la barra el dinero justo. Recogía el bolso. Se despedía de modo alegre, aunque un poco forzado y se iba. Y así día tras día, aquella extraña rutina.
La mañana ciento treinta y uno, algo cambió:
            - Un café largo y solo, por favor.- Pidió la mujer con suave.
            - ¿Cómo?.- Preguntó el camarero sorprendido por aquella variación.
            - Largo y solo… Como mi espera.- Explicó ella.
El camarero, con sorpresa y aún más curiosidad, se lo sirvió, aunque no se atrevió a hacerle ninguna pregunta. Se lo bebió y se marchó.
Aquella fue la última mañana que ella pisó aquel bar.

sábado, 26 de marzo de 2016

Llovía. No llevaba paraguas.

Llovía. Una de esas lluvias de finas gotas que calan hasta los huesos. Ella cargada de bolsas y sin paraguas, sorteando peatones que sí los llevaban.
Un mechón rebelde y mojado le hizo girar la cabeza. Y, sin poder esquivarla, una gran mordedura en el centro de su prisa.
Su sonrisa eterna se desdibujó en una delgada línea recta y sus ojos, puras llamas, tomaron aquel tono plomizo de cielo.
Estaba allí, sin haberlo querido ni bsucado, frente al bar donde todo empezó. Imposible no recordar.
Recordaba que fue el primer gran detalle que había tenido con ella, el día en que él sacrificó el tiempo que no tenía... Y ahora que lo pensaba un instante, no sabía si también había sido el último.
Recordaba aquella mesa de billar en donde perdió por un intento de ganar mucho más, mientras aquellos rizo negros caían sobre la frente de él y su mirada, misteriosa y penetrante, hizo le hizo diana en el centro del alma.
La mano de él, fingiendo descuido, recorrió la frontera de su cintura pero sin visado. Ella le regaló una de aquellas sonrisas sinceras y algo nerviosa. Había magia, de eso estaba segura. Al menos, la hubo aquella noche.
Acabaron en el coche de él, comiéndose a besos como dos adolescentes en plena esfervescencia hormonal y, en cada uno de ellos, ella recuperaba la fe y él agradecía al destino.
Llovía. No llevaba paraguas e iba cargada de bolsas. Ya no recordaba la prisa.
Se sentó en el borde de un escaparate. Había cierta esperanza imposible de que, a él, le diera por pasar por allí en ese preciso instante.
Llovía y aquel bar en donde todo empezó, la transportó a lugares más oscuros. A aquel final sin punto y aparte. A aquella sala vacía de hospital. A sus dedos, siempre fríos, acariciando un surco de la sábana a falta de espalda que explorar. Aquella espera sin esperanza y aquella llamada que no sucedió. Aquella montaña de preguntas sin respuesta que la ahogaba en el mar de las dudas. A no saber si aquello era orgullo o falta de interés.
Llovía. No llevaba paraguas. Las bolsas pesaban.
Se levantó como alma en pena, con los bolsillos cargados de abrazos sin dar, de palabras convertidas en silencioso aliento. Caminó hasta aquella plaza y se paró frente a su casa. Recordó las veces que estuvieron juntos allí, y también todos los días que no estuvieron. Solo quería tener la certeza de que, aunque pasado, no fue tiempo perdido. Solo quería mirar a aquellos ojos castaños, bajo los rizos negros, y comprobar si seguían prendiendo llama. Solo quería apagar sus dudas y poder dormir tranquila.
Llovía. Estaba empapada y no llevaba parguas.
Sacó el teléfono de su bolsillo, sujentando las bolsas con la otra mano. Buscó su número como quien explora en pos del santo grial. Miró la pantalla del móvil con su nombre y su foto. Se le hizo un nudo en la garganta.
Unos niños que corrían, no hubiera podido jurar si lloraba o era la lluvia.
Suspiró. Guardó el teléfono en el bolsillo contrario, mientras se decía: "muchacha estúpida, recoge tus preguntas, esa llamada le corresponde a él".
Y con los ojos plomizos, la sonrisa desdibujada, cargada de bolsas, empada de lluvia, con un saco de dudas por resolver y unos ojos a los que no poder mirar, se fue alejando por aquella calle, manteniendo la esperanza perdida de que el azar, el destino o su llamada les cruzase algún día.