sábado, 21 de abril de 2018

Los dos puntos suspensivos


"Un fin demasiado insípido para una historia tan larga", se dijo en el preciso instante en que sintió que se habían marchado dos de los puntos suspensivos.
Fue después de todo. Un día anodino. Una tarde cualquiera en la que no recordó nada de su historia.
Habían habido guerras mundiales, alambradas de hielo, sangre en forma de lágrimas. Silencios no pactados. Tratados de paz. Terremotos con tormentas, faros destrozados por los naufragios.

Reconcialiaciones. Se habían perdido y se buscaban y se encontraban. Y volaban juntos y por separado. Creyeron que estaban destinados a no perderse y eso les hacía fuertes. Hubo palabras que rompían corazones, te quieros que se morían en desuso. Gritos y mares salados resbalando por las calles grises. Pero volvían.

Volvían a escontrarse. Por eso, maldiciendo la traición de la nostalgia, a veces, miraba de soslayo el escalón que había al lado de su portal, por si le esperaba allí por sorpresa un día al regresar. Pero nadie había esperando cuando volvía. Paró todos sus relojes para que el tiempo no jugase en su contra. Miraba el móvil con el destructivo deseo de la expectativa rota. Sin mensajes. Sin llamada. Sin señal.
Mandó cartas al aire, susurros al viento que no tocaban su oreja. Se resistió a perder. A perderle cuando todo estaba perdido. Se jugó la nada que le quedaba a que ponía la mano en el fuego sin quemarse. De primer grado fueron las ampollas.

El silencio iba consumiendo el ansia, la esencia y la añoranza. Las dudas se disolvieron en la única respuesta a todas sus preguntas.

El mundo se había dividido en dos realidades que solo se cruzaban para descruzarse. Siguió andando.

Alguien, de tanto en tanto, detenía su paso para hablarle de lo que ya no quería escuchar y el pasado conjunto mordía con saña su yugular. Se quedó sin sangre.

Aquel día no había sentimiento valorable. Un ni fu ni fa que volvió témpano de cristal aquel desierto repleto de otros oasis. Ya bebía otras aguas y se colgaba de otros abrazos. Lo dio por perdido.

Los dos puntos suspensivos se suicidaron del reglón, cuando se dieron cuenta que habiendo oportunidades, nadie apareció.

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