Blog sobre Literatura, Guion y novedades de la escritora Eloisa Lua (pseudónimo)
jueves, 31 de agosto de 2017
Esta noche
Esta noche teñiré de fuego mis alas negras y surcaré los cielos con tu alma de la mano. Blandí un recuerdo a modo de espada. Reduje a cenizas, durante un instante, las murallas que de todo te protegían. Tu corazón latente en una danza pohibida, hablaba aún con las últimas resistencias del que se sabe perdido.
Te traen los vientos del Norte que ponen mi brújula del revés, pues ahora eres mi Sur: un lugar al que siempre puedo volver.
Esta noche voy a ser feliz. Recorré las nocturnas calles y te contaré la historia que encierra cada farola. Quemaré todos los calendarios, dinamitaré la prisa, fusilaré los relojes y negaré la existencia del tiempo. Arrasaré las despedidas y los besos con sabor a estación. Bombardearé al tren del olvido, para que nunca pase por nuestro anden. Volveremos a reir bajo la lluvia, fumandonos un cigarro a medias, sin paraguas que nos resguarde. Nos empaparemos del cielo y de la tierra mojada. Enterraré mi cabeza en tu pecho y nos fundiremos en el abrazo que nos debemos.
Esta noche asesinaré, a traición, todos los compromisos que nos alejan. Ríos de sangre de otras lágrimas bajarán por las avenidas. Esta noche te prometo la risa.
Esta noche, yo fuego y tu tierra sobre la que arder, soñaremos el mismo sueño. Mi Ángel Negro siempre es fuego cuando agarro tu mano y tus alas negras y coraza pétrea, se deshacen en las hogueras que provocamos. Me dirás que tus días son grises sin mi sonrisa. Te diré que recuerdo cada instante a tu lado sin mella de tiempo que lo distorsione. Danzaré para tí con el alma desnuda, y un corazón para perder. Tú te sorprenderás a ti mismo hablando de más y las estrellas fugaces durarán eternamente.
Esta noche será nuestra y mañana... ya será otro día.
jueves, 17 de agosto de 2017
Perseidas a media tarde
Llovían Perseidas aquella media tarde y, cada una, bailaba en el fuego fatuo que ardía sin quemar.
Danzaban las musas, subía la moral de los ejércitos, los Gladios cortaban alientos, y las armas despertaban conciencias dormidas.
Ella viajaba, sin moverse de sitio, a aquella ciudad sin nombre, custodia de sus iniciales, a la que siempre podían volver. Aunque ella se sintió más Rick que Ilsa Lund en aquella época.
Las Perseidas caían a media tarde arrancando, en su fugaz carrera, hasta el último jirón gris de recuerdo. Con la imaginación volaba a endoquinadas callejuelas de chocolate, que te devolvían siempre al mismo punto, al son de más de doscientas campanas que habían perdido un réquiem.
Sus alas recordaban el vuelo por el simple placer de sentir el viento, sin miedo a que la tempestad la derribase tras la Esquina Incierta. Sobrevolaba los sueños de hoy, que pensaba convertir en las realidades de su mañana, sin sentirse en la cuerda floja atravesando el campo de minas de tra época no tan lejana.
Había ramas como brazos de los que colgarse en cada encrucijada. Las suficientes para afrentar una realidad de la que ya no cabía huída, ni volvería a cambiar por un quimérico quizás mañana. Los escudos la bordeaban en el centro de todos, mientras un bosque de espadas se levantaba con refulgiente fulgor, muchos habían sido protegidas por las alas de fuego, inquebrantablemente leales para con los suyos.
Caían Perseidas a media tarde y ella tornó, en noches con estrellas, todas las sonrisas que se cruzó aquel día. Se cumplieron sus deseos y también alguno que no alcanzó a imaginar. Reencntró una inagotable fuente de energía incondicional al alcance de sus dedos.
No sonaron violines. Ni echaron al vuelo las campanas. Sin embargo, el Universo le había regaldo estrellas fugaces en una taza de cafe.
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