Ella le propuso aquel plan. Espontáneo. De esos que salen desde muy adentro y solo porque sí. A él le encantó la idea, hace tiempo que no la veía y quería pasar tiempo con ella.
Ella fantaseó con toda la noche. Con cada instante bajo la luna. Escogió las palabras, que fueran certeras y llanas, verdaderas y profundas… que expresaran todo aquello que no tenía humana palabra para ser descrito. Tenía tanto que agradecerle. Tanto que decirle.
Fantaseo más allá de su propia fantasía y estiró los segundos imposibles, como si fuera la inventora y dueña del tiempo. Coincidían poco para su gusto y tenía ya demasiados besos colgando de abrazos, que se habían despeñado por el árido desierto de las noches en vela.
Ideó cada detalle. Desde su ropa hasta el color de su carmín. Escogió mentalmente el perfume que mejor le iba con la sonrisa de él.
Desde luego no se lo esperaba. Sabía que él no era amante de las sorpresas, pero aquella era diferente porque ella iba a crear magia. Y probablemente deseo desbocado en una pasión que creían domada.
Esa semana estuvo casi sin hablarle. No quería que sus ganas la traicionaran y, como una niña, fuera a contarle lo que su corazón tramaba. Tampoco quería que la presión le desbordarse, por eso le dio tiempo, libertad y alas.
Cada noche, antes de dormir, cerraba los ojos repasando cada fleco, cada puntada, cada instante… saboreando las palabras que saldrían de su boca. Aquel sentimiento encogido que aún no había sido confesado. Le daría todos los por qués y le mostraría todos los cómos.
Llegó el día y esperó una señal. La chispa que encendía la mecha de su oasis particular. De aquel paraíso que había urdido para ponérselo a sus pies y admirar juntos y abrazados la belleza efímera del instante.
Silencio.
El pronunció aquel “prácticamente imposible" y ella se tragó el dolor de la lanzada tras una sonrisa superpuesta. No podía ser… Aquello no lo había soñado. Tras una breve explicación, ella comprendió. A él le había engullido el tiempo mal entendido, disfrazado con el manto de plazos y obligaciones. No había construido ningún oasis, sólo un espejismo que se diluyó en una noche cualquiera sin magia que la arrope.