sábado, 20 de enero de 2018

Tonalidades de verde


Si existe un color característico de la historia que compartieron era, sin duda, el verde y su amplia gama de tonalidades.

Verdes fue aquella primera esperanza al conocerse. Al pensar que siendo tan distintos podían ser tan iguales. Ella lucía en su estandarte el brocado de la sinceridad y El acostumbraba a decir siempre la verdad. Entre verde y rojo aquellos primeros juegos cómplices que iban de las dobles intenciones a las ganas más intensas.

Verdes los paños que habían compartido. Las horas alrededor de una mesa que despistaba al tiempo. Las risas que inundaban de azucenas el aire. Los susurros y el reto. Las apuestas en las que, hasta cuando se pierde, uno gana.

Aquellas sinuosas carreteras, custodiadas por abetos verdes, en las que adoraba conducir. Escuchando a su grupo preferido: "Esta es tú noche y la mía", dijo El añadiendo banda sonora a cada capítulo del libro de su historia.

Verde era la Ciudad Esmeralda y su camino de baldosas amarillas cuando el sol le regalaba una caricia o un como estás o un te quiero a media tarde. También verdes y horrendos los fantasmas que habitaban en algunas paredes. O las serpientes que se anudaban en sus pies.

Guerra. Fuego cruzado. Fuego amigo. Sangre. Humo. Vísceras sangrantes. Corazones abiertos. Sin oxígeno y a pulmón.

Silencio.

Gris. Volvió el anodino gris plomizo que pesaba en los pulmones. Ella se apagó.

Silencio.

Aquella mañana era diferente. Hacía ya algún tiempo que el color llenaba su vida y los amaneceres la llenaban de luz. Los tapetes y las trizas ahora eran azules. Hasta la ironía de la vida tenía otro color. Estaba de espaldas, envuelta en risa, cuando aquella voz destacó por encima de las demás. No por la intensidad, sino por el tono que hubiera reconocido en cualquier lugar. Luego aquel reflejo en el cristal.

Silenció. El se fue. Silencio.

Ella no sintió nada, siquiera la necesidad de volverse. Cuando acabó la consersación, volvió a pisar las aceras dibujando arco iris en el asfalto. El verde no era más que un color.

lunes, 8 de enero de 2018

Abrazando el sol


Era una de las decisiones más importantes y díficiles que había tomado nunca. Por eso, requirió ponerlo absolutamente todo en la balanza de una justicia sin vendas en los ojos. Iba añadiendo retazos, historias, momentos, trocitos de corazón, recuerdos, esencias, contratiempos, lágrimas, carcajadas, dolores de alma, caricias a flor de piel... Media vida. Y siempre le arrojaba el mismo resultado. Añadiese lo que añadiese, la Justicia sin Vendas, no variaba su designio. Que estuviese o no preparada no era importante, cuando lo necesario prima sobre las expectativas, y la realidad abofetea a varios deseos al tiempo.

Estaba en el borde del borde de aquel precipicio sin final que se vislumbrase. Más conocía los horrores que habitaban en las negruras de su fondo.

Saltó. Saltó tan fuerte como pudo. Y voló (porque su decisión nada tenía que ver con el descenso, sino con virar el rumbo de sus alas).

Una corriente de viento a favor la elevó al sol. Sus alas no se derritieron como las de Ícaro, sino que se contagiaron de la luz del astro rey. Entonces lo supo: No se había equivocado.

Había valles con rosas enredaderas con espinas, en dónde solo hubo áridos desiertos que mataban de hambre a la sed. Las flores lucían con elegancia sus corolas y la saludaban al verla pasar, regalando aromas de vida a sus setidos ávidos de sensaciones nuevas. 

Los ríos volvían a parar al mar. Ya no había aguas estancadas de podredumbre, sino cristalinos riachualos que tocaban música para bailar. Y, ella, bailó por las aceras en su loco y desenfrenado vuelo. Bajaba y subía, abrazando al sol, sobrevolando el suelo. Dibujando piruetas de estelas de purpurina en la noche, sobre la vía láctea.

Se encontró con más portadores de alas que la acompañaron. Se alejaban y se acercaban, jugando y cubriendo de risas un cielo cómplice. Llenando de pasión cada resquicio de aire.

Volvió a disfrutar de las cosas sencillas. A veces, sentía la tentación de mirar atrás. Pero no lo hizo.

Era su decisión. Otro tiempo, otro capítulo, una nueva etapa. Un comienzo y todo un camino de aventuras por vivir.