"No se dejen llevar por el lacónico discurso de María Eustaquia de los
Tomatillos… El
maldito bastardo, Príncipe de los Franceses. Disculpen
ustedes mis palabras, tan impropias de una Dama de alta cuna como yo, pero un
título nobiliario no te protege de los más bajos sentimientos que tenemos los
humanos… El Señor Godoy engañó a mi marido, pero a mí no. Claro que había
puestos sus ojos en esta villa de Cartagena… Como la pusieron, antes que él, civilizaciones
tan grandes como los fenicios, los cartagineses, los romanos y tantas otras…
Éramos uno de los puertos más importantes del comercio de todo el Mediterráneo e
infranqueable fortaleza del Mar que, amparada por sus cinco colinas, nunca
fuerza militar alguna consiguió conquistarnos con flota navía. Eso es lo que
quería Godoy, su valor como plaza militar y su puesto de paso en el mercado
internacional. Y así quiso comprarnos, con la cesión de una silla Episcopal que
siquiera era suya."
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