sábado, 2 de diciembre de 2017

Apuesta a ciegas

Ya, ya lo sé. No tienes nada que ofrecer y tú nunca vas de farol. ¿Qué hacemos entonces? ¿Brindar por nuestra mala suerte y jugar al black jack hasta perderlo todo? Recuerda que un día tuvimos las estrellas bajo nuestros pies. Aquella noche que, al amparo de una luna furtiva, nos buscábamos desesperadamente como dos adolescentes, sin portal que nos cobijase de la lluvia.

Yo tampoco tengo nada que ofrecerte. Apenas si un abrazo de los que te quitan el aliento, o te lo dan. El don de pintar una sonrisa en tu cara, los días grises y fríos. Las ganas de luchar y volar tan alto como alcancen mis alas, sin quitar una sola molécula de tu cielo.

Ya ves, no es mucho. Te prometo la incertidumbre de mañana, pero pongo sobre la mesa la luz de hoy y el calor que despierta almas en pena, que hace resurgir del letargo todos los dragones. No me apuesto los besos... Sin duda, son infintamente mejores cuando tú me los robas y yo finjo que no te dejo. Escenas sueltas de una película sin final. De unos besos de estación sin despedida que los cierre.

Yo quiero tu nada. Porque a lo mejor, sumada a la mía, conseguimos el póker de ases. Una lástima no saber que cartas irán en la siguiente mano. Pero, ¿y si las hubiera? ¿y si todo es posible, porque nada está escrito? Yo quiero hacerte reír a carcajadas. Abrir los siete candados de la caja de Pandora. Recorrer los laberintos de tus ojos sin brújula. Quiero descubrirte capa a capa, sin prisas, en un mundo demasiado acelerado. Quiero descubrirte cada día con la misma emoción con la que te encontré la vez primera. ¿Hace cuanto ya, viejo amigo?

Lo entiendo. Es un riesgo no calculado. Quizá yo misma sea Lucifer en el vestido y cuerpo de una dama, pero en ese caso es el fuego de mi infierno el que te quita el sueño; el que te ocupa la mente arrasando la concentración cotidiana; el que te hace sentir y al que temes por ello. Es mi fuego, aunque tú no quieras salir de las cálidas tierras baldías del desierto.

¿Cómo dejarlo todo en pos de una terrible inseguridad? De todos modos da igual, el mundo se derrumba pero tu no eres Rick, esto no es París, ni yo me marché para no volver.

¿Más cartas, viejo amigo? Esta partida está llegando a su fin. Apenas si queda otra mano. La última mano hasta la siguiente vez. Pero, ¿lo has pensado? Quizá el mundo acabe mañana y nos condenaremos al purgatorio. por haber cometido el terrible delito de haber traicionado al destino en el que no creemos. Tranquilo, no me mires así. Si el mundo sigue en pie y, en mí, continúa un hálito de vida, seguiré aquí.

Ya, ya lo se. Tú no puedes ofrecerme nada. Yo no tengo nada que ofrecer. Más no confundas nunca la comodidad con la felicidad. Sería nuestro mayor fracaso.

Sí, sé lo que te estoy ofreciendo. Una apuesta a ciegas.

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