Desnuda. Sin más ropa que su pelo largo. Se colocó vacilante ante el espejo. Aún había sangre en sus heridas, pero sus ojos se hacían secado. Se observó así, tal cual era. Vio la destrucción y la ruina y los cascotes esparcidos y esa violencia gratuita que, cual impío látigo, había lacerado cada centímetro de su piel.
Apunto estuvo de autocompadecerse. De caer en el victimismo al que se tiene derecho cuando te lo han arrebatado todo. A ese llanto silencioso que quema como la hiel.
- Bienvenida.- Saludo aquella voz que envolvía el aire y no había sido pronunciada por garganta alguna.
Miró incrédula a su imagen desnuda reflejada en aquel espejo. Aquella imagen de sonrisa sardónica y gélida que no era suya. Se asustó, pero no se fue.
- ¿Quién eres?.- Quiso saber.
- Tú.- Replicó aquella femenina voz.
- No puede ser...- Creyó que, finalmente, había enloquecido.
- Eres lo que querías. Soy una parte de tí. Una parte que te asusta pues carece del exceso de compasión que vistes. Una parte a la que no escuchas, pero que te ha dado los mejores consejos de tu vida. Esa faceta tuya que conoce el dolor pero no se queda inmóvil ante la agresión hacia ti misma. Soy ese lado que niegas, esa voz que no quieres oir...
- ¿Qué haces aquí? No te he llamado.
- Tú no, me reclamaron tus cenizas apagadas. Te han hecho añicos, tratas de reconstruirte sobre cimientos falsos y te vuelves a romper, una y otra vez. Estoy aquí, porque ahora soy necesaria.
La imagen del espejo, tendía su mano hacia ella. Sentía miedo de lo que podía llegar a ser, pero también alivio porque ahora era conocedora de la verdad. La sangre derramada por las heridas, era la suya. Nadie luchó por ella. Quizá fuera verdad, a lo mejor, era necesaria.
Cogió aquella helada mano y atravesó el espejo. Ya nunca volvería a ser la misma. Se había perdido la esencia de lo que fue y la raíz de lo que la destruyó. Y, como en un círculo macabro y vicioso, se había repetido tantas veces en su vida que el frío invierno ya había llegado.
Ya no sentía miedo al otro lado del espejo, aunque sabía cual era el precio: Jamás volvería a ser la misma. Aquella guerra la había cambiado.
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